Donde se forman los museos
Todas las fabulosas colecciones que, durante el pasado siglo, terminaban en espectaculares remates de públicas subastas, hoy, por lo general, lo hacen en los museos. En este sentido, se hace difÍcil una valoración actual respecto a la importancia de las colecciones privadas, pues, como acaba de ocurrir con la del barón Thyssen-Bornemisza, se exhiben públicamente en vida de su autor a través de un variadísimo repertorio jurídico de formas. Esto significa, entre otras cosas, que la mayor parte de los mejores museos existentes hoy en el mundo son el resultado de una o varias colecciones privadas, la mayor parte creadas además durante el presente siglo.Museos norteamericanos
Tal es el caso de casi todos los museos norteamericanos: Henry Clay Frick (1849-1919) creó el Museo Frick, de Nueva York, mientras que su hija Helen fundó otro museo con el mismo nombre en Pittsburg; los miembros de la familia Phillips llevaron a cabo el museo del mismo nombre en Washington; Andrew W. Mellon (1855-1937) y su hijo Paul son los creadores de la National Gallery de Washington, cuyo edificio costearon, pero también de otros museos menores; John Pierpont Morgan (1837-1913) y su hijo del mismo nombre (1867-1943) fueron los fundadores de la Biblioteca Morgan, de Nueva York, y principales donantes del Museo Metropolitano de esta misma ciudad.
Lillie P. Bliss legó la colección original del mítico Museo de Arte Moderno (MOMA), de Nueva York, como Solomon Guggenheim y su sobrina Peggy hicieron posibles las sedes históricas del museo que hoy lleva su nombre en la ciudad norteamericana y Venecia; las colecciones, de los Palmers, Bartletts, Coburns, Worcester, Derings, Ryerson, Kimball, Hutchinson, etcétera, forman el núcleo esencial del Art Institute de Chicago; Cooper y sus hijas hicieron posible el Museo Cooper de Nueva York.
La lista podría continuarse realmente hasta el aburrimiento y también cabe hacerla, aunque en mucho menor medida en Europa, donde, desde el ruso Pavel Tetriakov a los alemanes Von der Heydt o Ludwig; los británicos Peter Francis Bourgeois, John Bowes, William Burrell, Samuel Courtauld, los Wallace, etcétera; los franceses Paul Gillaume y Jean Walter...
Todos estos y otros muchos detrás de cuyos nombres hay una importante galería pública. A veces, el legado proporcionalmente es tan importante que se convierte en el principal de un país, como ocurre con el de la Fundación Gulbenkian, de Lisboa.
A pesar de todos estos antecedentes, si queremos hacer una valoración actual de las colecciones que siguen hoy con titularidad privada, habría que conceder preminencia fundamentalmente a dos: la del Reina de Inglaterra y la del norteamericano John Paul Getty (1892-1976), cuyo museo de Malibú, en California, es una especie de Xanadú enciclopédico del arte, por citar tan sólo este museo y no las instituciones paralelas creadas por el mismo patrocinador, así como el que uno de sus hijos donó, en 1985, a la National Gallery, de Londres, 50 millones de libras.
De ahí para abajo, la lista es asimismo inabarcable, pero, por sólo citar algunos casos recientemente puestos de actualidad a través de la exposición de sus fondos, habría que tener en cuenta las colecciones de Panza de Biumo, Nasher, Woodrier, Ernest Beyeler, Jean Krugier, Sonnabend, Leo Castelli, Saatchi, Dumesnil, Reinhardt, Anenberg, Gelman, Havemayer, Goerges Ortiz, Gillman, Perls, Irving...
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