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Crítica:ARTES
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Elmar Thome, la belleza del dolor

Victoria Combalia

Elmar Thome es un joven artista bávaro, instalado en Barcelona desde hace unos años. Por cierto que la ciudad olímpica está atrayendo, gracias a su supuesta internacionalidad y a un animado ambiente cultural, a un cierto número de artistas extranjeros que luchan por hacerse un lugar en la jungla del arte contemporáneo. Y no les es fácil. La pequeña sala del Centro Cívico l'Artesà de Gràcia, que tanto está haciendo por aquellos que empiezan, muestra ahora las potentes esculturas de Thome. Este artista, del, que vimos en 1990, en BD, una pieza realizada con neumáticos, utiliza ahora este mismo material de una forma totalmente expresiva.Lo interesante de todo ello es que esta expresividad del material no se arranca de su textura o de su color (o no sólo de todo ello) sino también de su colocación en un espacio, mediante unos tensores o varillas, de hierro barnizado que actúan fuertemente sobre la pieza. Esta actuación puede serlo d dos tipos: el primero consiste en una serie de obras que son pequeños trozos de neumático amarrados a un soporte por aros de metal. Que un trozo de neumático roto, es decir, un desecho, sea amarrado con tamaña pulcritud, limpieza y firmeza, eso es lo que me parece genuinamente alemán. Y a la vez, evoca imágenes de opresión y de tortura: como el pañuelo que cierra la boca al prisionero, así de tirante están colocados estos hierros sobre la carne del neumático.

Elmar Thome

Centre Civic L'Artesà de Gràcia. Travessia de Sant Antoni (Gràcia). Barcelona. Hasta el 2 de julio.

Cuerpos en el espacio

Y esta mezcla entre lo más humilde y desdeñable y lo implacable y agresivamente determinante de los aros metálicos es lo que le otorga la fuerza a estas obras. Otras piezas, en cambio, evocan cuerpos en el espacio. Los grandes trozos de goma, que dejan ver sus tripas (hechas con delgadísimos cables de acero), se sujetan ahora a la pared o al techo mediante largas varillas de hierro. Como dice Patricio Vélez en su bello texto del catálogo, el espectador es invitado al juego libre de las analogías: realmente estas piezas asemejan a un pájaro, a una anguila, a un colgado. Ni siquiera su bello despliegue en el espacio, sus líneas curvas, pueden mitigar la acción dramática impuesta por estos hierros colocados con la precisión de la mano de un ingeniero. Su belleza es, en cierto modo, la de lo siniestro, la del dolor y la laceración, realizada desde este lenguaje de materiales fríos, o para ser más exactos, con la alternancia de materiales fríos y cálidos.Cuesta mucho ser tan joven y conseguir un lenguaje que sea asaz innovador y que muestre esta rotundidad expresiva. Su únieco peligro residiría en que su firmeza no se convierta en monotonía. Por el momento estas obras son piezas con calidad de museo (¡qué dramática situación: tenemos piezas de museo pero nadie para comprarlas y conservarlas!), lo que ya es mucho muchísimo, para un joven de incipiente carrera.

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