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Un escenario neocolonial

Antonio Caño

El espectáculo de observar a cascos azules disparando en Somalia contra uno de los bandos contendientes en una guerra civil rebasa con mucho la misión pacificadora que se le supone a las fuerzas de la ONU y crea un precedente que podría modificar decisivamente el papel de las Naciones Unidas en el futuro.La ofensiva de las tropas de la ONU en Mogadiscio está legitimada por una resolución del Consejo de Seguridad, que exigía la detención y el castigo de los responsables de la muerte de 23 cascos azules paquistaníes.

La historia demuestra que con las resoluciones de la ONU la comunidad internacional puede hacer tres cosas: ignorar as, hacerlas cumplir a medias o hacerlas cumplir por la fuerza y hasta la última coma. La elección suele depender de la fortaleza del involucrado, del momento político y del capricho de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad.

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En contra de Somalia se han dado estas tres circunstancias: un país extremadamente débil, un momento político que animaba a algunos países a limpiar el borrón de Bosnia y la plena coincidencia de los cinco grandes para castigar a una fuerza que no tenía las simpatías de nadie.

De este manera, lo que a finales del año pasado empezó siendo una bonita misión humanitaria para distribuir alimentos en un país que moría de hambre se ha convertido en un escenario neocolonista.

La necesidad o no de acabar con el general Aidid para imponer la paz en Somalia es algo que puede ser motivo de discusión, pero que no es la sustancia de este caso. Los fundamental aquí es saber si la ONU ha escogido ese país africano para comenzar a mostrar un nuevo perfil de policía universal, que podría ser aceptable en el clima de confusión de la posguerra fría, o si se trata simplemente de una oportunidad para que EE UU y sus aliados exhiban sus músculos frente a un enemigo tan frágil.

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Bosnia y Camboya

Si es lo primero, la labor de la ONU debería extenderse ahora a Bosnia, donde también han muerto una veintena de cascos azules, o a Camboya, donde las fuerzas de paz están sometidas constantemente al acoso de los jemeres rojos. Si se trata de una ofensiva que quiere servir de ejemplo de lo que serán las misiones de la ONU en el futuro, debe reconocerse así explícitamente.

De lo contrario, quedará la impresión de que la ONU aplica injustamente dos raseros distintos para juzgar a los débiles y a los fuertes, o bien que se trata simplemente de tapar la torpeza de unos soldados paquistaníes, obviamente incapacitados para cumplir con la labor para la que fueron enviados.

Algunas voces se han levantado ya contra de la actuación de los cascos azules en Somalia. James Baker, el ex secretario de Estado de EE UU, dijo que esa política ponía en peligro la futura aceptación de las tropas de la ONU como fuerzas mediadoras.

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