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Sombras en el campo de la muerte

Miseria y desolación en Srebrenica tras un año de asedio y bombardeos

Los habitantes de Srebrenica parecen caminar sonámbulos a traves de la vida. Miles de ellos vagan inexpresivos a lo largo de la calle principal de esta ciudad demolida, pero que aún conserva su belleza: mujeres mayores vestidas con faldas largas y pañuelos en la cabeza, jóvenes aburridos con pantalón corto, personas que han sufrido amputaciones con prótesis caseras, niños pequeños y rubios que visten ropas confeccionadas con los restos de los paracaídas estadounidenses en los que cae la ayuda humanitaria. Las condiciones de vida en Srebrenica producen consternación. El río que fluye a través de la ciudad es una cloaca abierta, el olor de las heces inunda el aire.

La ciudad, cuya población antes de la guerra no superaba los 5.000 habitantes, acoge ahora a cerca de 20.000, y otros 25.000 los pueblos próximos. El agua potable para beber y lavarse es escasa. La comida, distribuida en su mayor parte por los organismos de ayuda humanitaria, es apenas suficiente.Prohibido el libre movimiento fuera del enclave y sin perspectivas de trabajo, no hay nada que hacer ahora que han cesado los combates, tras un año de asedio, aparte de pasear -que es la forma con la que la mayoría de la gente se distrae- para llenar los días en este traumatizado valle. Vestidos con esmero sin ningún sitio a donde ir, caminan cerca de los camiones y fábricas quemadas una y otra vez observando a la patrulla de cascos azules canadienses que hace dos meses se convirtió en blanco para los morteros de las fuerzas serbias.

"Ya se sabe lo que pasa cuando no se tiene nada que hacer, se intenta matar el tiempo. Es lo único que sé hacer, matar el tiempo", afirma Almir, un refugiado de Sarajevo, de 19 años.

No hay restaurantes ni cafés ni tiendas ni electricidad. El cartel de la calle principal horadada por los golpes de los morteros que anuncia "Carnes asadas, especialidad de la casa" parece caído de otro planeta. Apartada del mundo exterior, Srebrenica vive una especie de confinamiento de solidaridad colectiva forzada por las pistolas serbias.

Los pocos habitantes con tierra labran el suelo, pero no tienen semillas para plantar. Gran número de enjutas mujeres en cuclillas encienden pequeños fuegos para cocer panes de maíz en la ladera de una colina cerca de la escuela que alberga a 800 refugiados en 20 aulas. Los bosques se están quedando sin árboles porque se cortan para servir como leña.

Cigarrillos y prostitución

Algunas mujeres jóvenes pasean a lo largo de la calle, alisando sus faldas y lanzando provocadoras miradas a los canadienses y a los jóvenes y fuertes hombres musulmanes que habitualmente están en la línea del frente. La prostitución está empezando a ser un grave problema, y la moneda de cambio con la que se trabaja son los cigarrillos.

"El precio por un servicio sexual es un cigarrillo", dice un cooperante de la ONU. Un cigarrillo al día es todo lo que los afortunados que trabajan con las asociaciones de ayuda humanitaria ganan por 14 horas al día.

Ésta es la vida que se lleva en la más amplia y por ahora la única zona de seguridad protegida por la ONU para los musulmanes de Bosnia-Herzegovina. Es por esto por lo que el pasado mes algunas madres se enzarzaron en una pelea entre ellas para conseguir que, las personas a las que se les ha concedido el permiso para marcharse, se llevaran a sus hijos.

El acuerdo patrocinado por la ONU entre serbios y musulmanes de establecer una zona desmilitarizada de 15 kilómetros alrededor de Srebrenica, sin duda alguna, ha dado a la población una posibilidad de rehacer sus vidas destrozadas por un año de combates. Pero incluso aquéllos que han salvado a la gente de Srebrenica de la brutalidad y les han dado la posibilidad de vivir empiezan a preguntarse "para qué lo han hecho". "¿Cuál es la solución para esa gente de Srebrenica? No hay nada que hacer. La comida escasea. Los serbios no permiten que entren en la ciudad materiales que puedan servir para su futura reconstrucción.

La comunidad internacional está intentando ampliar el concepto de zonas de seguridad para los musulmanes como la única alternativa viable para un plan de paz aceptable, La esperanza es la de establecer normas que sean aceptadas por ambas partes, y si se llega a un acuerdo, aplicarlas en otros lugares.

Para aumentar más aún estas calamidades, de acuerdo con lo referido por cooperantes de varios organismos, los bosnios serbios obstaculizan la entrada de mercancías tan necesarias como tiendas de campaña o telas de protección de plástico o cualquier cosa que pueda crear una forma de futura estabilidad, denominandolas "mercancías no humanitarias".

Escasez de agua

Uno de los mayores problemas, sin embargo, es el agua potable para beber y lavarse. Hay sólo tres depósitos de agua potable con una capacidad de 15.000 litros para toda la población.

El acuerdo para suministrar a la ciudad agua para lavarse desde una instalación de purificación en el territorio controlado por los serbios fracasó el pasado lunes porque los sitiadores dijeron que la ONU no había desmilitarizado completamente la ciudad. Es una excusa.

En las tres semanas desde la llegada de los 250 cascos azules canadienses, los serbios han violado el alto el fuego 150 veces. Siempre refiriéndose a los musulmanes como turcos o extremistas, un barbudo soldado defendía los ataques con estas razones. "Los extremistas van a los puntos controlados por la ONU vestidos como civiles y les disparamos porque los reconocemos".

El comandante Marcel Chavaria, jefe del contingente canadiense de las fuerzas de la ONU, no alberga ilusiones sobre sus atrapados habitantes. "No pueden vivir en los próximos 20 años de esta forma. No se puede solucionar la situación de esta ciudad y después la de Zepa y Gorazde. Se necesita una solución global para toda Bosnia."

Hamdia Fazic, alcalde de Srebrenica, sonríe con resignación cuando se le pregunta lo que piensa sobre su ciudad: "Es un campo de muerte sobre el que planea un aire de sosiego".

Copyright The Independent / EL PAÍS

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