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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Doble presión

LA CONFERENCIA sobre Oriente Próximo se reanudó en Washington hace tres. semanas. El nuevo esfuerzo de paz coincidía con el agravamiento de las acciones sangrientas en los territorios ocupados. La ronda concluyó el jueves pasado sin excesivos progresos -con la excepción, tal vez, de los que se produjeron en la mesa libanoisraelí- y con una situación de aún mayor violencia en el ámbito de la Intifada. En menos de un mes ha habido al menos ocho muertos -incluidos un bebé y un niño de 11 años- y más de 40 heridos.¿Cómo es posible que mientras se habla de paz en Washington se desoiga la sangre en Palestina? En todo conflicto violento continuado la complejidad de las cuestiones confunde los objetivos de pacificación que se persiguen. En el caso de Gaza y Cisjordania, la responsabilidad por la violencia debe repartirse, aunque desigualmente, entre Israel y los integristas palestinos de Hamás. En lo que atañe a Israel, su ceguera, su patosería y su falta de tacto se remontan a años atrás. El Gobierno israelí practica desde hace tiempo una táctica de provocación que contribuye a degradar la situación, especialmente en Gaza. Ello justifica la hostilidad mantenida hasta hace pocas semanas contra la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) del interior y la negativa a reconocer a sus representantes como interlocutores en las negociaciones de Washington, el estímulo -involuntario- de la popularidad del integrismo violento de Hamás, el confinamiento de 396 líderes de este movimiento sin la consecución de ventajas apreciables para el control de la Intifada y el cierre de Gaza como si se tratara de una olla de presión.

Unas cosas llevan a otras: de la violencia que no se ha sabido apaciguar se pasa al intento de aislarla, impidiendo el paso de los miles de trabajadores palestinos que acuden diariamente a trabajar a Israel. Ello, a su vez, produce pérdidas de salarios y la desintegración de la ya paupérrima economía árabe local. El paro saca a los jóvenes a la calle, mientras la violencia hace que las autoridades israelíes cierren las escuelas, con lo que a los rebeldes se añaden los escolares. Unas Fuerzas Armadas israelíes relativamente desmoralizadas por saberse ejército de ocupación y asustadas por una situación que no controlan no son la mejor receta para el apaciguamiento de un territorio hostil.

Por lo que hace a Hamás, es conocida su acérrima oposición al proceso negociador de Washington. Por eso, sus dirigentes han incrementado sus acciones de provocación. Al igual que Hezbolá, su organizacion gemela en Líbano, Hamás sólo entiende el lenguaje de la revolución y la sangre, y sólo interpreta el momento histórico en clave bélica: para sus miembros, el único final posible del enfrentamiento histórico es la expulsión de los judíos de Oriente Próximo.

Si es indispensable que, como en ocasiones anteriores, Estados Unidos presione a sus aliados israelíes para que moderen sus actividades de control de una zona que de todos modos no les pertenece, es igualmente esencial presionar a los mentores de Hamás para que les hagan comprender y aceptar las realidades de la dinámica de la paz. Tarea ésta complicada si se recuerda que el patrocinador en este caso es Irán.

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