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EL IMPROBABLE APRENDIZAJE DE LA ESCRITURA

Críticos contra clónicos

Guillermo Altares

Clara Obligado lo tiene muy claro: "No somos una fábrica de éxito, sino un grupo de trabajo, y estoy segura de que de los talleres van a surgir generaciones de escritores". En Estados Unidos, las escuelas de escritura creativa ya han dado sus frutos (quizás los más famosos sean el grupo de los minimalistas). Este éxito estuvo acompañado de la consecuente polémica y algunos críticos se lanzaron a decir que los talleres habían producido escritores clónicos. "Puede influir en el momento en que el enseñante sea alguien con mucha fuerza. Pero del mismo profesor han surgido personas que escriben cosas completamente diferentes. Yo, personalmente, no creo en la uniformidad", señala Mariano Antolín Rato, novelista y traductor especializado en las últimas hornadas de narradores estadounidenses (desde Kerouac hasta Bret Easton Ellis).La sed de publicar no parece el motivo principal por el que los estudiantes acuden a las escuelas de literatura. "No creo que nadie venga para encontrar una fórmula para publicar. Más bien nos interesa descubrir algo en nuestra propia escritura, cambiar la forma de leer", señala Miguel Ángel Serrano, alumno de la Escuela de Letras, que asegura haber encontrado en este centro un lugar para hablar tranquilamente de literatura.

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Una escopeta sobre la chimenea

José Antonio Sánchez Villasevil, alumno de la misma escuela, que recientemente ha publicado la novela Capa negra, no cree que la enseñanza de trucos sea positiva, "porque luego te huele la cocina, como dice Millás".

"Cada texto requiere su propia visión, la reflexión sobre lo que se está creando tiene que ser anterior a la técnica", agrega. Aunque había empezado a escribir mucho antes de entrar en la Escuela de Letras, cree que el paso por este centro le ayudó a "controlar la escritura, a ser consciente de cómo podía escribir lo que realmente quería decir".

El oficio, la sensación de dominar el texto literario y la creación personal es, según explican otros alumnos, un bagaje con el que se puede salir después de la enseñanza literaria. Para Jesús Olmo, "es como una escuela de ebanistería. El oficio de escribir se puede aprender y se puede enseñar". Antonia Molinero, otra alumna, cree que si todo el mundo ha aprendido a escribir de una forma u otra, "es que se puede enseñar".

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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