Eslovaquia inquieta a la minoría húngara
El régimen de Bratislava descarta verse afectado por el 'síndrome balcánico'
Eslovaquia no es un riesgo para la seguridad en Europa central, ha repetido el primer ministro de ese país, Vladimir Meciar, pero, "la verdadera amenaza está en el Sur", aseguró recientemente en Bruselas y Bratislava, refiriéndose a la vecina Hungría y reviviendo así la hostilidad centenaria entre ambos países. El discurso oficial de los eslovacos es que la minoría húngara, protegida por Budapest, goza en su territorio "de derechos y garantías comparables con los mejores estándares europeos". Sin embargo, las prácticas del Gobierno y de concejales en este nuevo país demuestran algo muy distinto.
El ministro de Cultura, Dusan Slobodnik, advirtió a los periódicos de la minoría húngara en los que se publiquen "críticas sin fundamento" contra el Gobierno que dejarán de recibir subsidio estatal. Líderes locales y regionales que se han negado a erradicar carteles bilingües han sido despedidos de su cargo y la proyección de la imagen de Hungría, como enemigo externo, ha logrado excelentes resultados, alimentada por la larga historia común y traumática durante el dominio húngaro. Líderes del Partido Húngaro, representado en el Parlamento por 14 de los 150 diputados, han denunciado un aumento de las hostilidades desde la independencia de Eslovaquia, en enero pasado, por parte de las autoridades y nacionalistas que actúan con fuero oficial.Iván Gasparovic, presidente del Parlamento eslovaco, resta importancia a las reclamaciones de la minoría húngara de 600.000 personas, un 10% de la población, que vive concentrada en la frontera sur del país en pueblos a orillas del río Danubio, donde son mayoría. Asegura que de todos los grupos étnicos que viven en Eslovaquia. "sólo los húngaros tienen reivindicaciones". Minorías de gitanos, judíos, rusinos, ucranios, checos, alemanes y polacos viven dispersadas en toda la república y forman parte de los 5,3 millones de habitantes del nuevo país.
Bilingüismo y confusión
Advierte Gasparovic que es imposible satisfacer las exigencias de los húngaros de mantener o instalar carteles bilingües (en eslovaco y húngaro) con el nombre de los pueblos a la entrada y salida de éstos, "porque no están de acuerdo con el derecho internacional" y acarrearían, según él, "confusión y problemas de tránsito". Acepta colocar los carteles en húngaro "10 metros después del eslovaco".El presidente del Parlamento minimiza también la dificultad de registrar a recién nacidos de la minoría magiar con nombres en su idioma. Según Gasparovic, la responsabilidad no es del Gobierno, sino de la Academia de Ciencias, que elaboró un listado limitado de nombres posibles de otorgar para 11 evitar el uso de nombres raros". 'Los eslovacos somos igualmente víctimas de esa lista".
El Gobierno en Bratislava y Gasparovic descartan la posibilidad de que Eslovaquia se contagie con el síndrome de los Balcanes. Sin embargo, reconocen que 11 el temor de los eslovacos es que los húngaros pudieran reclamar territorio a Eslovaquia". "La historia demuestra que una parte del territorio húngaro era eslovaco", finaliza Gasparovic.
El conflicto de la presa Gabcikovo, un proyecto común de ambos países hasta que Hungría lo abandonó por presiones de grupos ecologistas, se ha transformado en una discusión de fronteras. Los eslovacos desviaron las aguas del río Danubio para canalizarlas hacia la presa, lo que constituye para Budapest "una violación del derecho internacional y de las fronteras establecidas". El acuerdo de Trianón fijó las fronteras entre Eslovaquia y Hungría, justo en la mitad del curso navegable del río.
Las organizaciones magiares de Eslovaquia presionan no sólo por sus derechos como minorías, sino que también contra el gigantesco proyecto hidroeléctrico.
El mencionado plan afecta al suministro de agua a los pueblos húngaros que viven fundamentalmente de la agricultura al sur del país eslovaco.
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