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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El deseo atrapado por la cola

Presenta Simeón Saiz este ciclo le trabajos recientes bajo un título que busca acotar las claves territoriales de su reflexión Sobre pornografía, proyecciones y fetiches, desde el equívoco que superpone dos modos literales de entender los fantasmas del deseo, en la excitación mecánica de la sexualidad y en la inmediatez de la acción pictórica. A partir le esa resonancia, la muestra se divide en tres apartados que se corresponden con enfoques parciales, y complementarios, del tema en cuestión. El primero de estos, que dispone en paralelo ,en dos estereotipos -dibujos minuciosamente realistas sobre escenas de convencional obscenidad y lienzos en los que esboza una mera acción gestual-, me parece con diferencia el más débil por su literalidad elemental.Bien distinto resulta, en cambio, el interés de los otros apartados. Así, la instalación que actúa como eje simbólico y físico de la muestra, con su proyección de una foto porno sobre una pantalla negra -y que absorbe, por tanto, en su mayor parte la luminosidad de la imagen- genera un efecto espectral que actúa como traducción eficaz de la ambigüedad de nuestra relación imaginaria con los clichés instrumentales de la sexualidad.

Simeón Saiz Ruiz

Galería Fúcares. Conde de Xiquena, 12, 1º izq. Madrid.Hasta el 3 de abril.

E, invirtiendo impecablemente los términos, el tercer espacio incluye una serie de lienzos aparentemente cubiertos, sin más, de esa obsesiva acumulación de gestos puntuales que ha sido tan característica, en otros periodos, del hacer de Saiz, pero en los que han quedado, a su vez, sepultadas -en un espectro simétrico- las siluetas, apenas adivinadas, de otras tantas imágenes estereotipadas por el lenguaje pornográfico.

Factor de devaluación

Pero más allá de los trabajos expuestos -y en una práctica que comienza a resultar, últimamente, contagiosa-, el ciclo no se completa realmente sino con el diálogo que sus piezas establecen con un texto, de carácter especulativo, del propio artista.Sugerente en su planteamiento, más cuestionable ya en ciertas conclusiones, el texto introduce, a mi entender, en el sistema, paradójicamente, un factor de devaluación. Y no me refiero, por supuesto, a ese efecto más obvio por el que tiende a hacer aflorar los aspectos fallidos del ciclo, sino a una cuestión de alcance más profundo y letal.

En su ajuste literal al argumento que componen, paso a paso, las piezas, el texto cierra, en cierto modo, el horizonte de su sentido, convirtiéndolas en una suerte de ilustración o traducción experimental. Empobrece así incomprensiblemente, su capacidad real como detonantes mentales -o, cuando menos, la perturba- que, en mi opinión, es, a la postre, por fortuna, mucho más ambigua y fértil.

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