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Unos versos cultos sobre lo cotidiano

Paralelamente a su eclosión, la obra poética de Vicent Andrés Estellés fue musicada por representantes de la Cançó como los cantantes Maria del Mar Bonet, Ovidi Montllor, el guitarrista Toti Soler o el grupo Al Tall, lo que amplificó la gran proyección pública de su escritura.Especialistas y estudiosos de su producción -de difícil exploración, dada su magnitud-, han destacado la apariencia fácil, sencilla y popular de su poesía, tras la que se esconde un profundo conocimiento de la técnica y cultura del verso.

Formado en el garcilasismo oficial de la posguerra, Vicent Andrés Estellés ha hecho del sarcasmo y la burla de los cánones clásicos uno de sus signos de identidad característicos. "Su primer acierto", comenta Jaume Pérez Montaner, uno de los autores que se han ocupado de Estellés, "básico para el desarrollo y la comprensión de toda su poesía, es precisamente la oposición a este tipo de literatura mediante el recurso sutil de la parodia y el lenguaje coloquial".

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Obras fundamentales

Si títulos como Ciutat a cau d'orella, (1953), La clau que obri tots els panys (1971), L'ofici de demà (1972), L'Hotel París (1973), Hamburg (1974) o Antibes (1976), forman parte de la larga relación de sus libros más interesantes, dos obras fundamentales condensan la médula de la poesía estellesiana. Se trata de Llibre de meravelles (1971), un emocionante homenaje a la ciudad de Valencia en los duros tiempos de la posguerra y el franquismo, y de Horacianes (1974).

Jaume Pérez Montaner y Vicent Salvador han escrito a propósito de Llibre de meravelles: "Es la ciudad de todos los días, la de la gente que va a trabajar o que no trabaja porque no encuentra empleo, la gente con sus problemas, con sus pequeñas o grandes pasiones, las calles sucias, la ropa tendida los rincones escondidos, las barandillas del río para los amantes o los cines de sesión continua donde se refugian los amores ocasionales...".

Horacianes, por otra parte, un libro en el que Vicent Andrés Estellés hace alarde de su técnica y dominio, superpone la Roma de Horacio a la Valencia de los setenta para verter sobre los personajes y las situaciones todo el sarcasmo y la rabia iconoclasta de su compulsiva pero cultísima escritura.

Se ha considerado a Vicent Andrés Estellés, en frase acuñada por Joan Fuster, como "el mejor poeta valenciano desde el siglo XV, desde Ausàs March y Joan Roís de Corella". Ávido lector de todo tipo de autores, desde Catulo y Ovidio, a Machado, pasando por Dante, March, Riba, Rilke o Baudelaire, el escritor que ayer murió en Valencia hizo algo fundamental sobre todas las cosas: dotar de un fulgor inédito las palabras sencillas de cada día.

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