Muchos toros lidiados en las Fallas fueron rechazados por los veterinarios
La Administración autónoma tomará medidas para evitar el fraude
Muchos de los toros y novillos que se lidiaron en la pasada Feria de las Fallas, y también en las ferias valencianas de años anteriores, habían sido rechazados en los reconocimientos veterinarios. Las principales causas de rechazo fueron manipulación de las astas, falta de trapío y defectos físicos. La autorización final de las reses se debió a decisión personal del presidente, o a la prerrogativa que concede el nuevo reglamento a los ganaderos, quienes pueden exigir la aprobación -bajo su responsabilidad- de los toros sospechosos de afeitado.
La invalidez de los toros y las astas sospechosas de manipulación han sido males generalizados en la pasada feria fallera. La responsabilidad de los veterinarios, encargados de reconocer los toros, y del presidente de la corrida -que es, en último extremo, quien autoriza su lidia-, parecía evidente. Sin embargo los facultativos aseguran que en todo momento han venido cumpliendo escrupulosamente sus funciones de peritaje y han levantado acta de las mismas."Teneinos el convencimiento", dice uno de los veterinarios del coso valenciano, "de que en la reciente feria y en las de las anteriores temporadas, se han lidiado en esta plaza toros afeita dos, además desde la más absoluta impunidad, pues carecíamos de los medios que establece el re glamento para efectuar los reconocimientos post mortem". Seis miembros del equipo veterinario comunicaron esta situación a la directora general de Interior de la Generalitat -de quien dependen las corridas de toros- y le advirtieron de que podía derivar en un fraude generalizado.
La directora general, Sonia Chirinos, explica que la dotación de medios no pudo hacerse antes, pues el reglamento taurino acababa de entrar en vigor y no era muy explícito respecto a determinados procedimientos. "Por ejemplo, se podrán analizar las vísceras de las reses", dice la directora general, "pero no establece cómo se recojen y trasladan las muestras". Lo cual no va a impedir que se subsanen estas y otras lagunas, según sus propias manifestaciones: "Nuestra disposición es impedir el fraude en la fiesta. Y arbitraremos las medidas oportunas, que pueden ir desde esa cuestión de los contenedores hasta el nombramiento de presidentes".
La mayoría de los toros rechazados por los veterinarios en los festejos de 1992 fueron aprobados por el presidente de las festejos. Así -entre otros-, dos escobillados y dos sospechosos de afeitado, de la corrida de Victorino Martín y varios de Garcigrande, Atanasio Fernández, Samuel Flores, María Luisa Domínguez, Marcos Núñez, Montalvo, Victoriano del Río y Fermín Bohórquez. Un novillo de Jiménez Pasquau tenía tan evidente mutilación de astas que le chorreaba sangre por un pitón, y se lidió también.
En la pasada Feria de Fallas, los veterinarios rechazaron por presunto afeitado la novillada de Mar¡ Carmen Camacho; dos toros astillados y dos presuntamente afeitados de Torrestrella; cinco de Atanasio Fernández, que estaban en parecido caso; cinco presuntamente afeitados, un escobillado y uno cojo, de Jandilla; y hubo un voto contra la corrida de Sepúlveda, por supuestamente afeitada.
El veterinario Gregorio Ortega se sintió aludido por las responsabilidades que atribuía a los veterinarios la crónica sobre la corrida de Jandilla (ver EL PAÍS del día 21) en la pasada feria: "Usted decía que la plaza de Valencia es un coladero y no le falta razón", comentó. "Sin embargo somos los facultativos quienes nos esforzamos en que ocurra lo contrario. Rechazamos muchos toros; y si, finalmente, se aprueban, es porque lo ordena el presidente o porque lo exigen los ganaderos, en aplicación de lo reglamentado sobre los casos de manipulación de astas".
Gerardo Rojo, otro veterinarios del coso, añade: "La profesión veterinaria y las normas del reglamento nos obligan a vigilar la integridad del toro. Si luego la autoridad tiene un criterio distinto, yo lo respeto, aunque pienso que le hace muy flaco favor a la fiesta". Ricardo Guillén fue quien rechazó la corrida de Sepúlveda, en contra de la opinión de otros veterinarios de servicio y del presidente. Y comenta: "Estaba convencido de que la habían afeitado y por eso pedí examinar post mortem las astas, para confirmarlo a título personal. Pero ni siquiera eso consintió el presidente y me prohibió tocarlas".
Babelia
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