La oposición rusa lanza una ofensiva para apartar a Yeltsin de su primer ministro
La oposición nacionalista rusa ha comenzado ya la ofensiva para influir en el Gobierno y apartar al primer ministro, Víctor Chernomirdin, del presidente Borís Yeltsin y de la línea reformista radical simbolizada por éste. Apenas concluido el VIII Congreso de los Diputados Populares de Rusia, el periódico nacionalista Den (Día) destacaba ayer en su primera pagina la alocución pronunciada por Chernomirdin el sábado en la clausura de la tumultuosa sesión parlamentaria que ahondó aún más la crisis de poder en Rusia.
"Tenemos una sola patria", era la frase de Chernomirdin que Den había elegido para titular la información, en cuyo reverso, a toda página, aparecía una foto de grupo de los principales inculpados en el intento de golpe de Estado del 19 de agosto de 1991. Los golpistas posaban con Alexandr Projánov, el director de Den, bajo el lema "Viva la Unión Soviética".Yeltsin no apareció el sábado en televisión para comentar el Congreso. En lugar de ello, el presidente reunió a su equipo en su residencia de las afueras de Moscú, y quienes contemplaran el canal de la televisión rusa el scabado por la noche pudieron ver un apologético reportaje dedicado al general Valentín Varénikov, uno de los inculpados en el proceso a los golpistas.
El Gobierno ha adquirido una mayor independencia del presidente gracias al Congreso de los Diputados. Aparte de un mayor control sobre la política financiera, tiene el derecho a presentar iniciativas legislativas por su cuenta. Como jefe del Ejecutivo, sin embargo, el presidente es el encargado de nombrar al jefe del Gobierno y a los ministros.
En la persona de Chernomirdin confluyen las ideas de un Gobierno de coalición, que no será posible en Rusia hasta que los partidos se expresen como tales en unas elecciones y den una mayor estructuración a la escena política, señalaba a este periódico el politólogo Igor Kliamkin. Chernomirdin tiene dos líneas difíciles de compaginar: la guerra a la inflación -eje de la reforma radical iniciada por Yegor Ga¡dar- y el deseo de parar la caída de la producción, tal como desea el complejo militar industrial. Si se decanta por lo segundo, algunos temen que puede comenzar la purga o adaptación de los miembros del equipo Gaidar aún en el Gobierno.
Por lo menos hasta el sábado, el presidente seguía empeñado en celebrar una consulta popular (con valor político, pero no jurídico). Algunos de sus allegados, como el asesor Andranik Migra nian, no ocultaban las dificultades prácticas que surgirían, llegado el caso, para traducir el apoyo moral a Yeltsin en poder para consolidar un régimen residencial en Rusia, y hacerlo sin transgredir la Constitución, que considera al Congreso como "el órgano supremo de poder". El jefe del Parlamento, Ruslán Jasbulátov, defendió con vehemencia el parlamentarismo ante el Congreso. Según él, resulta un axioma que los parlamentos defienden los intereses estatales de todos los países democráticos. "Los señores Reagan y Bush son gente estupenda y políticos simpáticos. Prometieron muchas cosas a Gorbachov y a Shevardnadze", señaló Jasbulatov, para quien "el resultado fue la desintegración del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) y del Pacto de Varsovia, y después la desintegración de la Unión Soviética".
Ruslán Jasbulátov, que pertenece a la nacionalidad de los chechenos, una étnia del norte del Cáucaso, hace méritos ante los sectores nacionalistas rusos, asumiendo la defensa de la integridad del Estado. Hasta ahora, la alianza contra Yeltsin le ha servido para superar los prejuicios rusófilos.
La integridad de Rusia, a su vez, ha entrado en un nuevo cauce organizativo durante el Congreso, que ha decidido desarrollar el Tratado Federal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.