Respuesta a Haro Tecglen
JUAN ANTONIO HORMIGÓNLa Asociación de Directores de Escena responde, a través de su secretario general, Juan Antonio Hormi gón, al artículo de Eduardo Haro Tecglen El teatro ahora, sobre los directores de escena, publicado en Babelia el 6 de febrero.
En los años ochenta del pasado siglo, cuando el director de escena hizo su aparición expresa en el ámbito de la creación teatral y el concepto de puesta en escena comenzó a precisarse, hubo un áspero debate entre quienes defendían el carácter del teatro como representación, obra de arte en sí misma y suma y articulación de diferentes medios de expresión artística, y quienes se refugiaban en su condición exclusivamente literaria, considerando la escenificación como mera ilustración del texto, y, aun en este caso, no eludiendo calificarla como perversión o algo deleznable en sí mismo. No faltaron insultos procaces y soeces contra los directores de escena, entre los que se incluían buena parte de los que iban a sentar las bases del teatro contemporáneo. De todo ello hace más de un siglo.Durante años, a través de sus comentarios teatrales de todo tipo, el señor Haro Tecglen ha pretendido avivar aquel debate obsoleto. Ha escarnecido, difamado, perseguido, desvirtuado, condenado al fuego eterno la figura, función y práctica de los directores de escena. Lo ha hecho además desde la prepotencia de un medio de comunicación de amplia difusión, sin bajar jamás al ruedo de confrontaciones científicas o profesionales sobre el tema. Con un omnímodo desprecio hacia lo que no fueran sus afirmaciones que pretendían erigirse en verdad absoluta. Su artículo del sábado 6 de febrero, El teatro ahora, no es en este sentido sino un paso más en la cadena de arbitrarios desafueros contra los directores de escena y, aunque algunos no alcancen a. verlo, contra el teatro en sí mismo.
Uno de los límites más perniciosos a la libertad de expresión es que alguien puede escribir un artículo contra una persona o colectivo, sabiendo que el agraviado tendrá, en el mejor de los casos, la posibilidad tan sólo de responder con una carta al director. Ése es nuestro caso y por ello nos limitaremos a decir lo siguiente:
1. El director de escena es una figura fundamental en la creación teatral del siglo XX, y quien en buena medida ha definido y propiciado su desarrollo y evolución estética e ideológica.
2. Existe una inmensa bibliografía en tomo al concepto, técnicas y sentido de la puesta en escena en sus diferentes apartados y formulaciones. Los procesos que conducen del texto a la escenificación, el trabajo dramatúrgico, la valoración de los elementos expresivos de la representación desde su concreción tecnológica como significante, la recepción del espectáculo por parte del espectador, la compleja y decisiva labor actoral y tantas cosas más, han sido estudiadas y lo seguirán siendo desde puntos de vista bien distintos y con instrumentales analíticos diversos.
3. Las actitudes del señor Haro Tecglen respecto a los directores de escena y su intrínseca función escenificadora muestran, evidentemente, su ignorancia de todo este material científico, documental e incluso simplemente especulativo. Ello no puede eximirle, sin embargo, de responsabilidades a la hora de considerar su conducta, dado el lugar y espacio que se atribuye en el contexto escénico español. Quizá su debilidad en este sentido se acreciente más todavía si comprobamos que en su acervo literario no existe ningún libro, ningún ensayo en tomo a cuestiones teatrales que pueda ser citado: ¿de dónde emana entonces su pretendida autoridad?
4. Mucho nos tememos que en la postura del señor Haro Tecglen contra los directores de escena subyace una especie de pálpito psicótico, de ajuste de cuentas irreprimible contra no se sabe qué fantasmas, de patético ramalazo defensivo ante lo que no entiende y le supera, de proyección de su espíritu dogmático e intolerante -disfrazado hábilmente de ambigüedades contrapuestas en su opinar común- sobre una forma de creación artística tan compleja, experimentadora y abierta como es el teatro.
S. Pero quizá, en definitiva, estemos sólo ante una maniobra de provocación para crear una polémica que consideramos obsoleta, absurda y carente de interés tal y como el señor Haro la formula. Un anhelo inútil de notoriedad mediante el exabrupto generalizado. Si el teatro le produce un insoportable aburrimiento, debería ser consecuente y alejarlo de su horizonte vitalmente mortecino de una vez por todas. Nosotros, los directores de escena, por nuestra parte, hemos tomado la decisión de ignorarlo por completo de aquí en adelante y, por contra, promover e intervenir activamente en un debate razonado y solvente sobre el sentido de la crítica teatral en la actualidad.
es secretario de la Asociación de Directores de Escena.
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