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Clinton estrena su mandato con el ataque a un radar iraquí

Antonio Caño

Un nuevo incidente militar rompió ayer la tregua en los combates en Irak, el mismo día en que Bill Clinton cumplía su primera jornada como presidente de Estados Unidos. Aunque se trató de un incidente aislado -aviones norteamericanos dispararon sus misiles contra un radar iraquí y contra una batería antiaérea-, supone el bautismo de fuego del nuevo presidente y una prueba de su disposición a continuar, si es preciso, la política de su antecesor, George Bush.

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Un portavoz del Ministerio de Exteriores iraquí declaró que el nuevo ataque, en el que no parece que mediara una provocación previa (aunque el radar iraquí, supuestamente, iluminó a un avión francés), no pondrá en peligro el alto el fuego anunciado por Sadam Husein para abrir el camino a un entendimiento con la nueva Administración estadounidense. "Irak está comprometido con el alto el fuego que ha declarado", dijo el portavoz.El nuevo presidente estadounidense insistió ayer en que mantendrá hacia Irak la misma línea que su predecesor. "Vamos a mantener nuestra política. Se trata de una política americana", declaró Clinton, reafirmando la determinación de la Administración demócrata en el Golfo.

El nuevo secretario de Estado, Warren Christopher, explicó que el objetivo de la intervención de ayer era proteger a los pilotos de la coalición internacional que patrullan el Golfo. "Estados Unidos intenta proteger a sus pilotos en la zona de exclusión aérea", afirmó Christopher en su primer día al frente de la política exterior de EE UU. El Pentágono informó del ataque a las cinco de la tarde (hora peninsular española), aunque se produjo siete horas antes.

El presidente, finalmente, recibió ayer en la Casa Blanca a 2.500 ciudadanos a los que se había permitido el acceso para saludar al nuevo inquilino.

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Más información en las páginas 2 y 4

Aviones norteamericanos disparan a un radar iraquí que 'iIuminó' a un aparato francés

Viene de la primera páginaSegún la información del Pentágono, aviones F-4G dispararon un misil contra un puesto de radares en la zona de exclusión aérea del norte iraquí después de que un rayo de ese mismo radar apuntara hacia un avión Mirage francés que patrullaba esa zona y hacia otro aparato norteamericano que le escoltaba. Otro misil fue lanzado contra una batería antiaérea iraquí que, aparentemente, protegía el puesto de radar. Al parecer, el ataque se hizo sin advertencia previa y sin que la posición iraquí hubiera hecho algo más que iluminar con su radar a la patrulla aliada, que consideró que eso constituía una amenaza para su seguridad.

Estos incidentes responden a la política de la anterior Administración de utilizar la fuerza contra cualquier violación por parte de Irak de las resoluciones de las Naciones Unidas y de las zonas de exclusión aérea establecidas por Estados Unidos y sus aliados en el norte y el sur del país, para proteger a kurdos y shiíes, respectivamente.

Aunque Bill Clinton había declarado antes de asumir la presidencia que continuaría la misma política de George Bush hacia Irak y Sadam Husein, los episodios militares de ayer causaron cierta sorpresa porque tuvieron lugar mientras que portavoces del nuevo Gobierno hablaban de la voluntad del presidente de concentrarse prioritariamente en los asuntos económicos.

El ataque contra el radar y contra los misiles que lo protegían es una prueba de que Bill Clinton. se siente, en cierta medida, víctima de una política de hechos consumados que le obliga a sumarse a una línea de actuación en Irak impuesta por el Gobierno de Bush.

Criticado durante toda su campaña electoral por sus viejas actividades pacifistas y su supuesta debilidad en el empleo de la fuerza militar, Bill Clinton se ha podido sentir también en la necesidad de enseñar, desde el primer momento, sus cartas a Sadam Husein, quien quería jugar la baza de que el conflicto entre Estados Unidos e Irak era un obsesión personal de George Bush. Durante el discurso pronunciado el miércoles tras su toma de posesión, Bill Clinton advirtió que no dudaría en recurrir al uso de la fuerza, si fuera necesario, para defender los intereses de Estados Unidos.

Quinto incidente bélico

Se trata del quinto incidente bélico en Irak desde que el pasado día 13 aviones norteamericanos, franceses y británicos atacaron diversas posiciones de misiles en la zona de exclusión aérea al sur del paralelo 32.

Esta nueva operación militar se produce poco después de que algunos miembros de la coalición que habían respaldado la política norteamericana en el Golfo, especialmente Rusia y Francia, pusieran reparos a las actuaciones de la última semana. Al mismo tiempo, esto sucede el día en que los observadores de Naciones Unidas podían volar, por fin, a Bagdad.

La continuación de las actividades militares en el Golfo interrumpen bruscamente la luna de miel de la inauguración presidencial y enrarece, objetivamente, el clima en el que empiezan a contar los primeros cien días del Gobierno de Clinton.

Poco antes de que se conociese el ataque de ayer, el jefe de Gabinete de la Casa Blanca, Thomas McLarty, había declarado a la cadena de televisión CBS que la principal preocupación de Bill Clinton en estos momentos es "cumplir con su promesa de trabajar como un rayo láser en la mejora de las condiciones económicas".

The New York Times informaba ayer de que otra de las medidas que se tomarán estos días será la de levantar la prohibición de que los homosexuales puedan servir en las Fuerzas Armadas. Clinton tiene previsto enviar a principios de la próxima semana una instrucción a su secretario de Defensa, Les Aspin, para que se ponga fin inmediatamente a las investigaciones sobre actividades sexuales de los aspirantes a soldados y se acabe con la persecución a los homosexuales ya identificados en el Ejército.

Posteriormente, el Departamento de Defensa presentará una ley para abolir definitivamente la discriminación sexual, medida muy polémica que ha sido comparada a la revolucionaria apertura de las fuerzas armadas a los negros.

Otra medida que se espera inmediatamente es la abolición de una ley que prohíbe a las clínicas respaldadas con presupuesto público aconsejar o dar instrucciones sobre el aborto a embarazadas.

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