Detective con hijos
Dentro de la mala situación actual del cine español en general y del catalán en concreto, existe un cierto renacimiento del cine policiaco, pero curiosamente debido al interés por el género del escritor Manuel Vázquez Montalbán. Esto ha llevado a que se adapten a la pantalla, tanto grande como pequeña, algunas de sus mejores novelas policiacas, pero mucho más en Barcelona que en Madrid.De alguna manera, éste es el origen de El laberinto griego, donde la influencia de Vázquez Montalbán es tanta que no sólo es el coguionista, sino que ha situado la acción en Barcelona y ha hecho que todo un equipo se desplace desde Madrid para rodarla. Aunque curiosamente, y sobre todo teniendo en cuenta que algunos personajes son franceses o griegos, ninguno habla una sola palabra de catalán.
El laberinto griego
Dirección: Rafael Alcázar. Guionistas: Manuel Vázquez Montalbán y Rafael Alcázar. Fotografía: Tote Trenas. España, 1992. Intérpretes: Omero Antonutti, Aitana Sánchez-Gijón, Eusebio Poncela, Penélope Cruz, Fernando Guillén Cuervo. Estreno en Madrid: Palacio de la Música, Aluche.
El gran hallazgo de El laberinto griego, realizada aprovechando el ambiente creado por los Juegos Olímpicos, es el detective privado Bardón. Tanto porque Omero Antonutti, como suele ser habitual en él, hace una gran creación del personaje, como por ser seguramente el primer detective de la historia del cine policiaco preocupado y pendiente de sus hijos.
Muy poca cosa
El problema de El laberinto griego, que se apoya estrictamente en los esquemas del género policiaco con detective, es que la historia que narra, el caso que una desigual pareja de franceses pone en manos del detective Bardón, la búsqueda por Barcelona de un atractivo muchacho griego, es muy poca cosa, demasiado poca cosa, tanto para el paternal Bardón como para la hora y media.Tiene un comienzo y un final correctos, pero la parte central, la búsqueda nocturna del griego resulta demasiado larga porque no pasa casi nada, lo poco que ocurre no tiene mucho que ver con el cine negro, y, por ejemplo, no se resalta con humor el lado insólito de esta búsqueda, que la realicen en taxi.Dentro del conjunto destaca Aitana Sánchez-Gijón, gran actriz de teatro que en cine no acaba de encontrar su sitio, pero que aquí hace una buena interpreta ción de una francesa despechada con un excelente acento. No ocurre lo mismo con Eusebio Poncela, que está bien, pero que estropea parcialmente su personaje con un acento francés poco con seguido. Y también hay que citar la labor de Fernando Guillén Cuervo y de Penélope Cruz.
Babelia
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