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La Legión dobla la guardia en sus cuarteles en Bosnia y celebra la Nochebuena entre alambradas

Miguel González

ENVIADO ESPECIAL "Primero pega un tiro, luego pega un cañonazo. Del primero no me asusto, del segundo no me rajo. Pero mira cómo bajan los bosnios de la sierra, pero mira cómo bajan llenitos de cerveza. Tiran y tiran y vuelven a tirar, a mí to me la pela y aquí no pasa na". El villancico, compuesto por el sargento Lozano y el cabo González García, durante una agitada guardia, amenizó la Nochebuena de los soldados españoles en Jablanica, a 85 kilómetros de Sarajevo. La del 24 fue realmente una noche de paz, tras una semana de sobresaltos nocturnos,con bombas y ráfagas de metralleta.

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El teniente coronel Alfonso Armada, jefe del destacamento, tomó todas las medidas posibles para que nada alterara la celebración. La cena, que habitualmente se sirve en el hotel del pueblo, se trasladó al interior del campamento, bajo tres tiendas de campaña, donde 160 legionarios y paracaidistas dieron cuenta de nueve corderos y 80 kilos de cigalas. Los 28 soldados de guardia permanecieron todo la noche en alerta, parapetados tras la alambrada de espino y los sacos terreros."Quiero deciros que me tenéis impresionado", acertó a manifestar el coronel Eduardo Ramos, jefe del Tercio de la Legión de Melilla, invitado especial a la cena. "No tengo palabras para expresar lo que siento. No me quiero volver sentimental, hoy es una noche de alegría y sólo quiero transmitiros lo que tengo por dentro. No quiero cansar, ni puedo deciros que yo represente a vuestra familia. Me gustaría poder ser vuestro padre, vuestra madre, lo otro ya no lo digo... Os deseo una feliz Navidad. Hoy me siento orgulloso de pertenecer al Ejército español".

La verdadera fiesta, sin embargo, estaba en el descampado donde por la tarde se instalaron dos teléfonos para llamar a casa a través del satélite Hispasat. La mayoría aguantó una hora a la intemperie para hablar cinco minutos con la familia, pero bastantes no lo consiguieron. "Te voy a mandar a España para que repitas el curso de transmisiones", recriminó cordialmente Armada al oficial encargado del teléfono. "Le juro que el satélite funciona, mi teniente coronel, el problema es de Telefónica, que tiene saturadas las líneas en España", se defendía.

El jolgorio empezó por la tarde en el botiquín, con el reparto de los paquetes llegados desde España en el Hércules del día 23. Algunas cartas y muchas cajas con turrón, mantecados y botellas de champaña. "El que tenga dos paquetes, con que deje uno para el capitán es suficiente", bromeaba un oficial. "Tenemos más alcohol que suero", repetía un militar de farmacia mostrando una impresionante hilera de vinos y licores.

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Pocos feligreses

Menos éxito tuvo la misa que, bajo otra tienda, ofició en latín el párroco de Jablanica, Aloirije Bosnjiak. Apenas 20 devotos escucharon su homilía, en la que agradeció a los españoles "la labor de paz que están realizando, especialmente en estas fechas, en que se siente más estar lejos de casa". Después, en la cantina del campamento, atestada de soldados, disculparía diplomáticamente la escasez de practicantes entre tanto creyente: "Imagino que tenían otras cosas que hacer".

No era fácil evadirse de la fiesta, pero algunos intentaban olvidar que era 24 de diciembre. "Para mí, hoy no es Nochebuena. La Nochebuena será en abril, cuando vuelva a casa. Los vec¡nos se quedarán alucinados de oirme cantar villancicos en pirimavera", decía el cabo paracaidista Carlos Milán. Entre hirnnos legionarios, brindis sucesivos, chistes procaces y ruidosas risotadas fue avanzando la madrugada, gélija como pocas. En opinión de los legionarios, lo mejor para no pasar frío es no saber la temperatura. Así que prescinden de termómetro.

Antes de retirarse, el teniente coronel recorrió los puestos de guardia, felicitando las fiestas ypidiendo novedades. Todo tranquilo. "Han muerto varios vecinos en el frente, luchando contra los serbios y los ánimos paracen haberse serenado", explicaba el teniente Machuca. Una patrulla fue recogiendo a los que habían empinado de más el codo e invitándoles, contu nden temen te cuando fue preciso, a marcharse a la cama.

Dentro de las tiendas, al calor de las cachondas, los cañones de aire caliente, continuó por algún rato la serenata: "Pero mira cómo bajan los bosnios de la sierra, pero mira como bajan llenitos de cerveza. Tiran y tiran y vuelven a tirar. A mí to me la pela y aquí no pasa ná. Aquí se acaba la historia de una guardia en Jablanica. Hace un frío que pela, te echo de menos Melilla".

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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