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Del terror al rencor en Somalia

La llegada de las tropas extranjeras ha puesto fin a los enfrentamientos, pero no a los recelos

Desembarcaron un miércoles en las playas blancas de Mogadiscio, y ante los ojos del mundo tomaron posesión de la capital somalí. La llegada de las primeras tropas estadounidenses y francesas ha devuelto una aparente normalidad a sus calles, repentinamente bulliciosas. "Se acabó el terror", susurran risueños sus habitantes a los oídos occidentales. Pero Mogadiscio está rota por el rencor y la pobreza después de dos años de guerra. Para los grupos armados, la presencia internacional resulta molesta, y la violencia sigue latente.

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Un incidente vino a demostrarlo ayer en las calles de la capital cuando una joven somalí fue rodeada por un multitud enardecida que la acusó de haber tenido relaciones sexuales con un soldado francés. Varios hombres la desnudaron y apalearon ante la puerta del hotel de los periodistas. La joven fue rescatada por la policía, que la confinó en una comisaría acusada de prostitución. Un testigo confirmó a la agencia Reuter que estaba con vida. Informaciones, anteriores no confirmadas llegaron a darla por muerta.A pesar de este clima de tensiones, el teniente coronel Michael Cox sonríe muy erguido. "La operación para escoltar los convoyes humanitarios marcha perfectamente. Nuestros hombres tendrán que pasar las navidades lejos de su casa, pero es nuestro trabajo y estamos muy felices de ayudar a esta gente que pasa hambre".

La fuerza estadounidense, cuya vanguardia está formada por 4.000 hombres, ha establecido sus bases de operaciones en el aeropuerto de la capital, en la antigua sede de la Embajada norteamericana -que durante los dos años de guerra civil se convirtió en un pastizal- y en cuatro buques: el Tripoli, el Juneau y el Rushmore, mar adentro, y el Jack Lummus, anclado en el puerto.

Los uniformes de los marines forman ya parte del paisaje urbano de Mogadiscio, como los puestos de zumo de pomelo o los escombros. "La gente está muy contenta, porque ya no hay miedo. Estamos muy agradecidos a las tropas de Estados Unidos", dice Hamed, un hombre de 27 años que trabaja como intérprete. Mike McDonagh, director de la organización irlandesa Concern, comparte esa impresión: "El 90% de la población está feliz con las tropas extranjeras".

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Optimismo injustificado_

Varios indicios, sin embargo, inducen a moderar este optimismo. Y es que los grupos armados de Mogadiscio, como los del resto del país, no se conforman con haber perdido su parcela de poder y su modo de vida: el pillaje y el servicio de escolta. Además, el propio Mohamed Farah Aidid, señor del sur de la ciudad, siempre se opuso a la presencia de mediadores internacionales, y sus seguidores no lo olvidan.

Desde el desembarco de los marines, el clima se ha enrarecido progresivamente y el desafío a las imposiciones norteamericanas tiene su mejor exponente en los ataques efectuados desde tierra a los helicópteros Cobra estadounidenses, que últimamente encabezan los partes castrenses.

En cinco días, dos enfrentamientos armados han causado varios muertos entre los somalíes. El mando estadounidense asegura desconocer el número exacto de víctimas. Día a día, más jóvenes vuelven a mostrar sus Kaláshnikov en el sur de la ciudad. En el Norte, territorio de Mohamed Alí Mahdi, donde las fuerzas multinacionales aún no se han establecido, nunca los escondieron.

Los adolescentes, que la semana pasada se paseaban con ademanes viriles jugueteando con sus armas, se humillan ahora ante la mirada acerada de los marines y reducen la velocidad de sus Toyota destartalados, y cada noche el eco de los disparos resuena fundido con el de los generadores.

Un síntoma de que la presencia internacional resulta molesta -tanto la de los militares como la de los informadores- es la tira que publicó hace unos días el diario Karan, tres folios a ciclostil. En la primer viñeta, un marine se pasea orgulloso junto a una mujer somalí mientras un reportero le hace fotos. En la siguiente, el periodista la emprende a patadas con un grupo de niños. En la última imagen, un marine ametralla un autobús lleno de somalíes.

Los miembros de las organizaciones humanitarias se sienten más inseguros que antes. "Con las escoltas armadas, al menos cada uno sabía cuál era su territorio; ahora, de alguna forma, somos más vulnerables", dice Caroline Schneider.

No en vano, dentro de los recintos de las agencias de ayuda, no faltan las armas, especialmente después de que un operador de radio de las Naciones Unidas fuera tiroteado. El apedreamiento continuo y algunos asaltos sufridos por los periodistas han llevado a las fuerzas multinacionales a montar una vigilancia permanente en el edificio de los periodistas.

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