"No lo sabe ni mi hija"
Cuatro enfermos de sida españoles aseguran que la marginación es peor que la enfermedad
La historia de Fermín es una historia de amor, soledad y lucha. A sus 65 años se confiesa con el dolor de los que se sienten a la vez incomprendidos y culpables. El sida es la factura más cara de todas cuantas la vida le ha pasado por su callada, homosexualidad. Es una historia que se repite en otros enfermos entrevistados -dos jóvenes ex heroinómanos y una prostituta-. Reivindican para el sida la misma actitud social que para cualquier otra enfermedad, sin estigmas, sin marginación. Unos la afrontan en secreto; otros, con una admirable voluntad, y otros, con pasmosa irresponsabilidad.
El temor al rechazo social hace que la mayoría de los seropositivos e infectados de sida oculten su condición de enfermos. Todos los pacientes entrevistados por este diario han preferido mantenerse en el anonimato.Bajo el nombre de Fermín se esconde un hombre humilde en su vestuario y conducta, que, unido a la delgadez provocada por la enfermedad, da de él una imagen patética. "Yo quise tener novia, intenté que: me atrajeran las mujeres. Pero era como ir en contra de mi propia naturaleza". Llora al recordar a Esteban, su, compañero del alma durante 26 años, que ya ha fallecido de sida. Le cuidó el tiempo que estuvo en el hospital, hasta el día en que el VIH le quitó el último aliento de vida. Ahora Fermín está solo, débil, enfermo, sin fuerzas para luchar. Tiene el cariño de su hermana y unos pocos amigos. Fermín ha comprado un décimo de lotería de Navidad y le ha regala do una participación a su médico. Al dársela, le dijo: "¿Sabe lo que yo haría si rrie tocara? Me iría a la zona de enfermos priva dos de la Fundación Jiménez Díaz". Julián, de 33 años, ex heroinómano infectado por el sida, asume su estado con una sereni dad pasmosa: "Cuando estás en ganchado te da lo, mismo morir de la droga que del sida. Y si lo gras salir del infierno de la heroína, lo aceptas como algo irremediable a lo que has estado ex puesto por culpa del caballo". Julián se empezó a pinchar por que lo hacía su mujer. También se pinchaba su hermano. Ambos están ya muertos. Él sigue en pie por un hijo de 10 años, sus padres y hermanos. Ahora tiene la ayuda de Paula, su pareja. Sólo ellos conocen su problema. Afronta su condición de infectado de sida con un sentimiento muy positivo: "La solución no sólo está en las manos de la ciencia. Está en todos, en los enfermos y en los sanos. Es fundamental compartir esto con quienes te quieren y te van a apoyar. Los que se hunden es porque no lo comparten o porque están muy solos. Y, por lo demás, sólo hay que vivir intensamente el tiempo que nos quede"."Tienes que olvidarte"
Marta, de 28 años, se enganchó en el instituto; a la heroína y al sida. Le bastó un año para caer atrapada. Cuando el médico le comunicó que estaba infectada por el VIH, vivió días de angustia. "Pero tienes que seguir y olvidarte de la enfermedad. Yo hago una vida normal y me encuentro bien".
Marta no se lo ha contado a nadie, salvo a su familia. "Ni siquiera lo sabe mi hija, de 10 años", advierte, "porque no quiero que sufra marginación en el colegio. Yo he vivido varias veces la incomprensión. Un dentista y un ginecólogo se negaron a atenderme cuando les comuniqué el problema. Otro ginecólogo me reconoció con tres pares de guantes. También he oído a menudo a la lente y a mis propios amigo chistes y cosas despectivas sobre el sida".
Pepa, con algo más de 20 años, se pinchaba y se prostituía, Ya no se pincha, pero sigue trabajando en un club de alterne. La heroína o la prostitución, no lo sabe, la infectaron. En sus relaciones con los clientes trata de usar preservativo, pero admite que, si no lo aceptan, ella practica igual el sexo, sin confesar su condición de portadora del virus.
Ha contagiado a su actual pareja. "No nos gusta usar preservativo. Sabíamos que corríamos un riesgo, pero lo hemos asumido y lo aceptamos", dice con una tranquilidad escalofriante.
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