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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Confusión irlandesa.

A FINALES del mes pasado ocurrieron en Irlanda dos hechos políticamente interesantes, que han acabado produciendo resultados dispares: fue ratificado el Tratado de Maastricht por unanimidad, e inmediata mente a continuación, el primer ministro Albert Reynolds disolvió la Cámara y convocó elecciones para el 25 de noviembre. Pero no. ha parado ahí la cosa: cuando, el pasado jueves, los ciudadanos acudieron a las urnas para elegir un nuevo Parlamento, también lo hacían para votar en un referéndum sobre el aborto, cuyo resultado no ha sido muy positivo. Mirar hacia adelante y dar un paso hacia atrás. ¿Por qué quiso Reynolds disolver la Cámara y romper la coalición de gobierno con la que había accedido al poder apenas 10 meses antes? Por dos razones. Por una parte, la coalición gubernamental estaba a punto de saltar por los aires, víctima de un escándalo en torno a la suspensión de pagos de la mayor empresa exportadora de Irlanda debido a la negativa de Irak a pagar por la importación de carne irlandesa durante la guerra del Golfo. Los créditos a la exporta ción a Bagdad habían sido garantizados por Dublín cuando Reynolds era ministro de Industria y Comer cio. ¿Riesgo excesivo? ¿Amistad entre Reynolds y el dueño de la empresa? A falta de las conclusiones definitivas de una encuesta judicial, así lo creía el ahora ministro de Comercio, Desmond O'Malley, que daba la casualidad de ser el líder de los Demócratas Progresistas, socios minoritarios en la coalición gubernamental.

La segunda razón para convocar elecciones era que el primer ministro creía poder alcanzar la mayoría absoluta (84 míticos escaños, inalcanzables desde los años setenta), en detrimento del primer partido de la oposición, el democristiano Fine Gael. Pero el electorado no le siguió. En esta ocasión, los irlandeses, pese a la estructura globalmente conservadora del electorado, han acudido a las urnas con irritación y han encumbrado al político repentinamente más popular del país: Dick Spring, jovencísimo líder del Partido Laborista. Es más, le han convertido en la bisagra sobre la que ha de girar necesariamente cualquier solución de gobierno,- se llame ésta "coalición arco, iris" -formada por los pequeños partidos- o englobe al Fianna Fáil y a los propios laboristas.

Nadie ha obtenido la mayoría absoluta. El Fianna Fáil sigue siendo el partido más votado y con un 38% (seis puntos menos que en 1989) obtiene 74 escaños. La segunda plaza fue ocupada por los democristianos de la oposición, el Fine Gael, con un 25% de los votos (cinco puntos menos) y 46 escaños. El laborismo ha obtenido el 19% y dobla sus escaños hasta alcanzar los 30 diputados. Las negociaciones para la formación de Gobierno, que deben estar concluidas el 14 de diciembre, prometen no ser fáciles.

La otra cara de la jornada electoral del miércoles pasado fue el triple referéndum sobre el aborto: la libertad de viajar al extranjero para interrumpir el embarazo, la libertad de publicación de anuncios e información y la introducción del aborto en caso de riesgo de la madre. Irlanda ha dicho sí a las dos primeras y no a la tercera. Nadie parece recordar que las exigencias de libertad de viaje e información no son de libre disposición interna, sino que vienen impuestas por los tratados comunitarios. Y al impedir hasta el supuesto mínimo- de aborto por peligro para la vida de la madre (unos votantes, por escandalosamente insuficiente, y otros, por ser ellos intolerantes), lo que hace Irlanda es permitir abiertamente el aborto a aquellas mujeres con suricientes medios de fortuna como para viajar al extranjero.,

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