Baile de laboratorio
No es fácil experimentar en el flamenco, arte muy condicionado por convenciones estéticas históricamente inamovibles. En el baile parece más dificil aún. El baile flamenco es esencialmente camal, sensual, físico. Tanto -o más- que el paso de rigor en cada momento importan el gesto del bailaor o la bailaora, el gire de una mano, un ligero quiebre de cintura... Si esto se oculta al espectador, dejándonos ver sólo, gracias a efectos de fosforescencia, unos zapatos que bailan, un bastón, los faralaes de unos vestidos, nos quedamos sin ver el baile.Esto ocurría en el primer ballet ofrecido en este programa, cuyo título era Seguidilla antilica, que no sabemos qué quiere decir ni nadie lo explica en el programa. En otro de los títulos, Soleá de la bata de cola, resulta que esa cola es una bailarina que evoluciona arrastrándose por el suelo, sin llegar a ponerse en pie junto a ella, en cambio, una bailaora baila por soleá, y lo hace muy bien, por cierto.
Tribuna de la danza: flamenco contemporáneo
Compañía de Danza Española Contemporánea, con Ángeles Arranz. Centro Cultural Galileo. 13 de noviembre.
Ajeno a lo jondo
Estamos, en definitiva, ante un baile flamenco de laboratorio, que no sabemos adónde podrá llevarnos. Desde luego, a algo bastante ajeno a lo jondo, aunque la música y el cante que lo acompañan sí lo sean. Quizá en ese contexto haya que considerarlo. Los préstamos adquiridos de otras formas de baile, la misma concepción coreográfica, son evidentemente extraflamencos. Ello se percibe incluso en la parte que ofrecieron de flamenco tradicional, en que sí se respeta la ortodoxia flamenca, pero pasada por la academia, ejecutada por bailarines en vez de bailaores. Quienes actúan con entrega y disciplina, respaldados por las excelentes guitarras de Juan Maya, Marote, e Ian Davies. Pero, a fin de cuentas, las mayores ovaciones fueron para Joaquín Ruiz en un baile por alegrías vibrante y por derecho.
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