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Stalin heredó el antisemitismo del zar, no de la revolución, asegura el historiador Pierre Broué

Investigadores sobre los nacionalismos en la Europa del Este se reúnen en Barcelona

Francesc Valls

Iván el Terrible les acusó de emponzoñar almas y les prohibió la entrada en la Santa Rusia. No tuvieron más suerte unos siglos más tarde. lósif Stalin no sólo cerró fronteras ante las oleadas de judíos que llamaban a la puerta de la URSS, sino que entregó a algunos de ellos -entre 1939 y 1941- a la Gestapo. "Hoy, en Moscú, los neoestalinistas se manifiestan junto a los nostálgicos del zarismo; no se trata de una alianza contra natura: el estalinismo heredó, entre otras cosas, su antisemitismo del zar, no de la Revolución de Octubre", aseguró ayer el historiador francés Pierre Broué, que participa en Barcelona en un simposio internacional sobre los nacionalismos en la ex URSS, en el que se han analizado las relaciones entre antisemitismo y estalinismo.

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Zinoviev y Kamenev pasaron a llamarse Radomilski y Rosenfeld. Stalin invitó a la agencia Tass a llamar por su nombre judío a sus enemigos políticos dentro del partido comunista. "El número de judíos afectados por las purgas de los años treinta no se conoce", aseguró Broué en la ponencia sobre antisemitismo y estalinismo que presentó ayer en las jornadas Simposio 90.El historiador francés quiso mostrar que Stalin fue continuador de, la temible policía zarista, que tanto había contribuido a elaboración de los Protocolos de los sabios de Sión. "La Revolución de Octubre no pudo poner fin mágicamente a la ignorancia y el antisemitismo, que, aunque condenado oficialmente, permaneció fuertemente arraigado", dijo Broué. "El terror masivo comenzó en 1936 contra los dirigentes de la región autónoma rusa de Birobidjan [que había sido fundada para dar a los judíos una patria en Rusia]; luego continuó en Crimea. En Bielorrusia centenares de ellos fueron detenidos. Stalin no sólo mantuvo silencio durante la persecución nazi, sino que promulgó medidas restringiendo los derechos de los Judíos", manifestó Broue. "Cerró las fronteras a los judíos, condenándolos a morir en las cámaras de gas, e incluso entregó a algunos de ellos -entonces en las cárceles de la URSS- a la Gestapo", subrayó.

Luego llegaron las purgas de finales de los años cuarenta, las acusaciones de cosmopolitismo. Cayó el Comité Nacional Judío. Algunas "medidas profilácticas" pusieron límites al acceso de judíos a la enseñanza secundaria. Parecía una vuelta atrás en el tiempo, a las épocas del zar Alejandro III, que fijó en el 10% el acceso de judíos a la enseñanza. Nada de ello es extraño, explicó Broué, para una lengua que ha acuñado la temible palabra pogrom.Un clima parecido a aquellas invitaciones que el último ministro del Interior zarista hacía a las masas durante los pogroms se vivió a propósito el llamado Proceso a los Doctores Judíos, que debía acompañarse de la expulsión de los hebreos de los territorios europeos de la URSS. Millares de expertos, técnicos, maestros, fueron destituidos; otros muchos perdieron sus trabajos, mientras se iniciaban persecuciones encubiertas en Ucrania", añadió Broué. Estos paralelismos entre zarismo y estalinismo hicieron afirmar ayer a Broué que ambas visiones comparten similares puntos y pasiones: "Amor al imperio, a la dictadura y antisemitismo". Como colofón final, relató una anécdota sobre un texto de Stalin en el que se decía: "Comentando una reunión [de los socialdemócratas rusos en 1907 en Londres], creo que el camarada Aleksinski bromeó diciendo que los mencheviques eran una fracción de judíos [la mayoría lo eran], mientras que los bolcheviques eran una fracción genuinamente rusa, y añadió que podríamos lanzar un pogrom dentro del propio partido".

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