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Tribuna
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Descubrir el encubrimiento

En el exordio y en la nota que cierra la novela trato de explicar las circunstancias que me movieron a escribirla. No puedo hablar de la novela. El autor es quien menos conoce su obra. No me queda sino agregar ahora unas pocas palabras para decir por qué he escrito y he querido publicar esta obra en este momento.Nacida de un proyecto, arrumbado durante más de 40 años de exilio, retomé los viejos apuntes y escribí en menos de tres meses esta historia fingida del almirante. He creído con ello contribuir en mi condición y dentro de mis limitaciones de escritor de ficciones a la formación de una conciencia crítica del descubrimiento; conciencia crítica anticolonialista, que tuvo en España y en las Indias. sus eminentes precursores (Vitoria, Vives, Las Casas y muchos otros humanistas de formación erasmiana), desde el momento mismo en que el descubrimiento de América abrió el camino a la conquista y a la colonia, a la inevitable hecatombe de pueblos que los imperios producen, como fue el caso, en la propia América precolombina, de los aztecas, incas y mayas.( ... )

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Partidario convencido, pero crítico y sin complacencias, de la integración iberoamericana con los países peninsulares, creo con, toda firmeza que la conciencia histórica de os acontecimientos pasados no plantea inescapablemente a todos -individuos, sociedades, estados- la necesidad creciente de aplicar este rigor crítico en la revisión de la historia de estos 500 años. Por tanto, el deber ético de los estados es encontrar sistemas viables y no arbitrarios de, compensaciones y de reciprocidad, como la base primera del equilibrio, la estabilidad y la solidaridad.

He preconizado estas ideas en artículos, ensayos, simposios y seminarios de estudio. En lo que nos concierne a nosotros, hispanoamericanos, no se trata ya solamente de un ajuste de cuentas permanente con la España imperial, ella a su vez desaparecida. No sería justo ni honrado transferir a la España democrática, únicamente, el fardo aberrante del pasado colonial, y menos todavía el fardo más aberrante aún del neocolonialismo actual.( ... )

Este equilibrio activo y dinámico sólo puede lograrse sobre las correlaciones entre los países latinoamericanos que tienden hacia la democratización y la España democrática. Entre una España en su unidad con Europa, en su europeísmo geográfico, político y económico, con su participación en la construcción de la unidad europea, pero también en su iberoamericanismo esencial. Quiero decir: unidad de España con Europa, de la que forma parte, y unidad de España y Latinoamérica, con la que forma un mundo aparte.( ... )

- Lo que importa, desde el ángulo de lo posible, es justamente establecer y organizar una sociedad comunitaria sobre la base de nuestras identidades, afinidades y diferencias- en una conjunción que no anule, sino que vitalice -en la interdependencia- la autonomía y la soberanía de cada país sin mengua del respeto de los derechos humanos, culturales, sociales y económicos para todos sus ciudadanos, incluidas las minorías sumergidas por debajo del ni vel de la miseria absoluta en grandes sectores regionales.

Entre ellas se cuentan los pueblos indígenas, que constituyen la especificidad humana, social y cultural menospreciada y olvidada de Iberoamérica. Son estos sobrevivientes del holocausto indiano -el mayor y más cruel que recuerda la historia de Occidente- los que deben recibir la justa reparación que se les debe desde hace 500 años.( ... ) Descubrir el encubrimiento que pesó desde entonces sobre América es la esforzada, delicada y necesaria tarea que nos toca emprender desde las dos orillas del Atlántico.

Extracto del discurso pronunciado por Roa Bastos en la presentación de su nueva novela Vigilia del almirante.

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