El mantoncillo estéril
El género del ballet flamenco se forjó en los primeros 25 años de este siglo y por lo tanto, es arte moderno. El estreno de Gitanería (1915) abrió la senda, y los Ballets Russes de Diaglillev con Le Tricorne de Massine (1919) y el Cuadro Flamenco (1921) establecieron una primera jerarquía internacional. Fueron incidencias que adquirieron trascendencia. Pastora Imperio, Antonia Mercé y Encarnación y Pilar López hicieron el resto. Es una línea ininterrumpida que llega a Gades y continúa no muy felizmente con Hoyos y otros contemporáneos. El ballet flamenco está hoy en crisis creativa.Cristina Hoyos es una bailaora de hermosa planta, con sólidas raíces andaluzas. Pero ser una enorme intérprete no la hace una solvente coreógrafa. Yerma está sin resolver en la forma y en el fondo, en el libreto y en los pasos. El espectador debe llegar a la sala con el drama aprendido, pues no se narra, sino que se boceta en desvarío. Marín aporta su experiencia moviendo grupos, pero tampoco logra salvar el producto.
Ballet Cristina Hoyos
Yerma. Coreografía: Cristina Hoyos y Manolo Marín. Música: Paco Arriaga. Decorado: Gerardo Vera. Vestuario: Franca Squarciapino. Luces: Freddy Gerlache.Lo flamenco. Coreografía: Hoyos / Marín. Música: P. Arriaga. Luces: Paco Doniz.Teatro de La Zarzuela, Madrid. 23 de septiembre.
Hay en Hoyos una cerradísima umbilicalidad con Gades y su estilo de danza-teatro que no ha podido romper. De hecho, ap a: recen elementos de Bodas de sangre, pero sin rozar aquel clásico.
Bailar con el flamenco grabado' es una herejía, y la música ayudó poco: fue plana, con aires orientales que desorientan y aburren. En la segunda parte, por el contrario, fue correcta como apoyo a un cuadro flamenco estructurado en geometría y con un fluido enlace entre los palos. Seis cenitales sobre seis sillas abren un fresco de bailes bien hechos con un alarde de ortodoxia: ni un palillo sonó en la velada.
La artista respiró por momentos aires añejos, un cierto sabor corralero con acentos que rozan lo vulgar; y he aquí. una de las contradicciones dimensionales de dónde se pfrece esta danza visceral. Mucho habrá que discutir todavía sobre el paso del cuadro flamenco desde el tablao al escenario teatral y sus consecuencias estéticas y éticas.
Squarciapino hizo los trajes abusando del bordado de mantón y los flecos, pero con un uso culto de gamas y volantes hasta repetirse con respecto a Azabache. Las luces fueron buenas, y el público, que forzó al bis, estuvo caluroso con el conjunto.
Babelia
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