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EL FUTURO DE EUROPA

Una lección para los eurócratas

La Comisión Europea acogió la ratificación del tratado en Francia con alivio, pero sin entusiasmo

Lluís Bassets

"Satisfacción, pero no exaltación". Con estas lacónicas palabras definía el comisario británico Leon Brittan sus sentimientos respecto a la ratificación del Tratado de Maastricht por parte de los ciudadanos franceses. Todos los comisarios europeos hablaron en idéntico tono: alivio, moderación y circunspección. Todos también, empezando por el presidente de la Comisión, Jacques Delors, mostraron el propósito de extraer lecciones inmediatas de las dificultades con que han topado los partidarios de Maastricht en Francia.

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El 'sí' no basta

Nadie puso en duda ayer por la noche en la sede de la Comisión Europea en Bruselas la validez de la ratificación francesa. A pesar de las voces que empezaban a valorar el margen de la victoria como escaso, ninguno de los comisarios europeos que comparecieron ante los medios de comunicación entre las nueve y las once de la noche consideró insuficiente el resultado.La ratificación, según todas las opiniones recogidas, debe seguir, a pesar de los obstáculos con que tropiece en el Reino Unido y a pesar del embrollo danés, cuya reincorporación a la Unión Europeo tras el resultado negativo del referéndum es más que complicada.

El comisario encargado de la Competencia, el británico Leon Britan, aseguró que "no tiene mucho sentido renegociar Maastricht, aunque en el contexto actual quizás sería necesario explicar o interpretar el Tratado piara permitir la solución del problema danés".

El problema danés

El comisario alemán Martin Bangemann, en cambio, piensa que no hay que cambiar ni una coma del tratado, una vez ratificado, y que es problema sólo de los daneses el dar solución a su referéndum negativo. La misma opinión, sin duda mayoritaria en la Comisión, sostiene el comisario español Manuel Marín, que lo expresaba de forma más contundente: "Una vez ratificado el tratado por once Estados, la carga de la prueba es para Dinamarca".

La angustia vivida en Bruselas durante la campaña francesa no debe caer en saco roto, según se desprende asimismo de las reacciones recogidas ayer por la noche. "Los acontecimientos de las últimas semanas demuestran la magnitud del riesgo que hemos corrido", explicaba el comisario belga Karel van Miert. Martin Bangemann aseguraba sentir "un gran alivio". "Los franceses han tenido el coraje de decir que sí, y esto me hace feliz como europeo y como alemán", aseguraba, para extraer inmediatamente la moraleja monetaria: "Sólo la Unión Económica y Monetaria puede dar la estabilidad que necesitan los mercados".

Una. parte de las lecciones políticas derivan de la amplitud del voto negativo, de la dificultad de explicar las instituciones europeas y su funcionamiento a los ciudadanos e, incluso, del desgaste que ha tenido que afrontar el prestigio e incluso el honor de la Comisión Europea durante los últimos meses. "Muchos franceses han expresado sus angustias a través de un voto negativo. Nuestro deber es tenerlo en cuenta. Y no lo conseguiremos más que profundizando en nuestras prácticas democráticas y adaptando las instituciones a estos fines". Así extraía Delors su particular conclusión de la ajustada victoria del sí.

Delors, que no era partidario de la celebración de un referéndum en Francia, evitó toda referencia a la agitada política interior de su país, y contestó incluso con indignación contenida a una pregunta sobre las consecuencias del referéndum: "Hoy es Europa la que está en el orden del día y no la política francesa". Pero parece claro que la Comisión Europea se planteó ayer por la noche la necesidad de hacer llegar su mensaje tanto a los partidarios de Maastricht como a quienes se han opuesto al tratado por razones que nada tienen que ver con el antieuropeísmo. "Debemos escuchar mejor a los ciudadanos", aseguró Manue Marín.

Recuperar la confianza

Pero los partidarios del voto negativo no son los únicos que requieren comprensión y diálogo. Queda por ver como se restaurará la confianza europea entre los Doce, una confianza que se ha ido perdiendo a manos llenas en las últimas semanas. La maniobra política de Mitterrand, el rifirrafe entre alemanes y británicos que acompañó a la tormenta monetaria, el larvado sentimiento antialemán alentado en Francia por los partidarios del no y del , los recelos expresados por unos y otros hacia la Comisión y hacia todo el aparato administrativo de la CE, ha abierto una herida que no va cerrará de un día para otro.

La solución de los dos siguientes problemas, la ratificación británica por un Gobierno desautorizado y debilitado y la absorción de la negativa danesa, no permiten ciertamente muchas alegrías a los 17 comisarios europeos y a su presidente: ello explica la circunspección de sus rostros y la ausencia de gesto alguno de victoria, ayer por la noche.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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