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EL FUTURO DE EUROPA

El 'culebrón' del referéndum

Historia de una campaña salpicada por un cáncer de próstata y una tormenta monetaria

Mediodía del 3 de junio. Presidido por François Mitterrand, el Consejo de Ministros francés analiza en el Elíseo las consecuencias del rechazo danés del Tratado de Maastricht. "¿Cómo podemos seguir adelante?", se preguntan los ministros. Mitterrand responde que el no danés no cambia nada. "He hablado con mi amigo Helmut [el canciller alemán Helmut Kohl] y nos hemos puesto de acuerdo para continuar el proceso de ratificación". Entonces, para sorpresa general, anuncia que ha decidido convocar en Francia un referéndum sobre el asunto.

La noticia entusiasma a los enemigos de Maastricht. Los gaullistas Charles Pasqua y Philippe Séguin, el populista Philippe de Villiers, el disidente socialista Jean-Pierre Chevénement, el ultraderechista Jean-Marie Le Pen y el comunista Georges Marcháis se aprestan a lanzarse a la batalla. En cambio, la decisión presidencial hace temblar a los partidarios del Tratado. "Maastricht es un asunto demasiado complejo para someterlo a una consulta en la que pueden expresarse los humores pasajeros de la opinión pública", dice el ex presidente Valery Giscard d'Estaing. Jacques Delors, el presidente de la Comisión Europea, y Helmut Kohl comparten esa opinión.¿Por qué ha convocado Mitterrand este referéndum? Para plebiscitarse y dividar a la oposición, responden sus enemigos. "Porque era mi deber consultar a los franceses sobre una cuestión que afecta de tal manera a su futuro individual y colectivo", afirma el presidente. La idea de la construcción europea, piensa, no está sólidamente enraizada en Francia. Un referéndum permitirá expresar y exorcizar todos los miedos que despierta Europa. La construcción europea se asentará en adelante sobre sólidas y democráticas bases populares. Ya no será una mera cuestión de políticos, diplomáticos, tecnócratas y hombres de negocios.

El debate sobre el referéndum arranca con el colocado en el 55% de las intenciones de voto. Pero todo el mundo recuerda que, en este tipo de consultas, los franceses tienen la manía de no responder a la pregunta que se les hace, sino a la persona que la hace. En 1969, De Gaulle tuvo que abandonar el poder tras perder un referéndum sobre la regionalización. Citando el desastre socialista en las elecciones regionales del 22 de marzo, Danielle Mitterrand dice a su marido: "François, ten cuidado. Puedes perder este referéndum".

Viaje a Sarajevo

Mitterrand viaja por sorpresa a la bombardeada Sarajevo el 28 de junio. Sus compatriotas aplauden su beau geste (hermoso gesto). Eufórico, Mitterrand predice que el sí obtendrá el 60% de los votos.

Durante el mes de agosto, los defensores del sí se van de vacaciones, mientras los del no recorren los pueblos y ciudades, las playas y montañas de Francia. Hacen campaña militante al viejo estilo. Sabiendo que la mayoría de los medios de comunicación están a favor del sí, ellos escriben libros, los difunden por todas partes, organizan mitin tras mitin, almuerzo tras almuerzo, debate, tras debate.

Los franceses están encantados por este regreso de la política, su género preferido después del amor, la comida y la bebida. Abren sus orejas a esas gentes que no les hablan de reducir la inflación y ampliar el consenso, sino de valores como la patria, la república, la libertad o la justicia social, cosas, según ellos, amenazadas por el Tratado de Maastricht.

24 de agosto. Elisabeth Guigou, la ministra socialista de Asuntos Europeos, la única, entre los partidarios del sí, que ha hecho campaña en agosto, está angustiada. En las calles de Francia ha sentido subir como un soufflé las ganas de decir "no". Las encuestas le dan pronto la razón. Todas predicen en esos momentos una victoria de los enemigos de Maastricht. En Madrid, Bonn, Roma y Londres se despierta una pesadilla: los franceses son capaces de cargarse la construcción europea.

Mitterrand ordena a los suyos que se movilicen. Les dice: "Estoy seguro de que todo terminará bien, pero hay que explicar, explicar y explicar, hay que convencer, convencer, convencer". Desoyendo el consejo del presidente, que les propone "una campaña optimista y alegre", los socialistas se abonan, al argumento del miedo. Un no francés a Maastricht será una catástrofe, una verdadera catástrofe para todos, franceses y no franceses.

Por fin, los líderes de la derecha favorables al tratado firmado en la ciudad holandesa se lanzan al ruedo. El gaullista Jacques Chirac, casi en solitario. Sus partidarios escuchan arrobados a los apóstoles del no. El centrista Valery Giscard d'Estaing, con convicción, credibilidad y autoridad sobre los suyos. Si gana el sí, Giscard habrá influido mucho en ese resultado.

Los líderes europeos socorren a sus amigos franceses. Felipe González va a Estrasburgo a apoyar a sus camaradas Michel Rocard y Laurent Fabius; Helmut Kohl se prepara para participar en el inminente debate televisado protagonizado por Mitterrand; hasta el premier británico, John Major, se pronuncia a favor del sí. Los sondeos vuelven a dar una ligera y frágil ventaja a los defensores del Tratado de Maastricht, una ventaja que ya no perderán hasta el final de la campaña.

Estas injerencias extranjeras provocan la cólera de los adalides del no. "Si a González le gusta tanto participar en la campañía de un referéndum, por qué no organiza uno en su país", dice Philippe Séguin. Y añade: "Qué extraordinario sentido del humor el de Major: propone a los franceses que aceptemos algo, la moneda única, que él no ha querido para su país".

"Necesitamos vuestro 'sí'"

El 3 de septiembre, Jack Lang, el ministro de Cultura, moviliza a sus tropas. El cineasta español Pedro Almodóvar, el escritor italiano Umberto Eco, el cantante inglés Peter Gabriel y otros escritores y artistas europeos lanzan este mensaje: "Amigos franceses, necesitamos vuestro si".

Madrugada del viernes 4 de septiembre. Mitterrand cena en el palacio del Elíseo con algunos de sus íntimos. Están Jack Lang y Monique, su esposa; Pierre Bergé, presidente de Yves Saint-Laurent; el actor Roger Hanin, cuñado de Mitterrand, y algunos miembros del equipo de comunicación presidencial: Mitterrand está muy contento: acaba de aguantar un debate televisado de tres horas de duración y está seguro de haberlo ganado.

"Séguin ha estado casi reverencioso; creía que me iba a besar la mano", bromea. Y luego comenta que el único rival que le ha parecido interesante ha sido el académico Jean d'Ormesson.

D'Ormesson le ha dicho: "¿No cree que el mejor favor que puede hacer al campo del sí es anunciar que abandonará el Elíseo si triunfa esa opción? Tiene usted un gran pretexto para hace, lo, puede decir que la ratificación de Maastricht culmina su misión histórica". Mitterrand ha respondido que no "desdeña" ese argumento. "Ha estado usted magnífico, extraordinario", dice Jacques Lang. Y por una vez el cortesano Lang no se equivoca. Mitterrand ha demostrado una excelente forma física para sus casi 76 años de edad, y, sobre todo, ha estado tranquilo, didáctico y simpático. Sólo ha tenido un pequeño problema cuando aprovechando una pausa publicitaria ha ido a orinar. Su estancia en -los servicios ha sido más larga de lo normal. Y también más dolorosa, pero esto último sólo lo sabe él.

Al día siguiente, las encuestas reflejan el éxito de la intervención presidencial. El sí sigue subiendo y se sitúa en torno al 54% de las intenciones de voto. Los partidarios de Maastricht respiran. Temían la aparición de Mitterrand en las pequeñas pantallas. Su impopularidad se ha convertido en una de las grandes bazas del no.

12 de septiembre. "A las armas, ciudadanos, formad los batallones, marchemos, marchemos...". Unas 8.000 personas cantan de pie La Marsellesa en la parisiense sala Zenith. Pasqua, Séguin y De Villiers han conseguido el mayor éxito de movilización popular de la campaña. Sus partidarios han vibra do de emoción cada vez que se mencionaba la palabra "Francia". Pero el último sondeo de difusión pública otorga al sí el 53% de las intenciones de voto.

El 11 de septiembre había estallado la gran noticia de la campaña. Mitterrand es operado de próstata en un hospital de París. ¿Cómo influirá esta enfermedad en el comportamiento de los electores? El 16 de septiembre, el médico personal de Mitterrand anuncia que el presidente tiene un cáncer de próstata. Ese cáncer, dice, no le impedirá ni seguir asumiendo la jefatura del Estado ni vivir unos cuantos años más.

Por la tarde, Mitterrand abandona el hospital por su propio pie. "No dimito; que yo sepa no me han extirpado un lóbulo cerebral", dice. Nace un sentimiento de solidaridad con el hombre enfermo, pero se incrementan las especulaciones sobre su salida del Elíseo sea cual sea el resultado del referéndum.

En medio de estas noticias, Henri Eminanuelli, presidente socialista de la Asamblea Nacional, es procesado por recibir dinero negro para financiar su partido. "Ya sabíamos que los socialistas son unos ladrones", dice Le Pen. Si ese comentario puede ser considerado corno una opinión política más o menos discutible, la siguiente frasecita de Le Pen va a revolver las tripas a la mayoría de los franceses.

"Canalla" y "fascista"

Medianoche del 16 de septiembre. La mitad de los asistentes abandonan el último gran debate televisado de la campaña. Le Pen acaba de decir que Mitterrand ha programado su operación de próstata para conquistar simpatías, para su persona y para el sí a Maastricht. Se alzan multitud de voces que llaman "canalla" y "fascista" al caudillo del Frente Nacional.

En, paralelo, el Sistema Monetario Europeo se tambalea. La libra inglesa y la lira italiana tienen que abandonarlo, la peseta se devalúa un 5%. Pierre Bérégovoy, el primer ministro francés, afirma que el franco seguirá siendo fuerte si gana el sí, pero sugiere que en caso de victoria del no nadie podrá impedir su devaluación. Los enemigos de Maastricht ven en la crisis la ocasión ¿le expresar su escepticismo sobre la moneda única europea. Los partidarios, la necesidad de ponerla en marcha.

El 18 de septiembre termina la campaña oficial. Los partidarios del sí llaman a la razón de los franceses. "Se vota a favor o en contra de Europa, no del poder socialista", dicen Chirac y Giscard. "Un no será un desastre", presagia Delors. Los campeones del no apelan al coraje de sus compatriotas. "Que no os domine el miedo a decir lo que de veras pensáis. Atreveos a votar no", les pide De Villiers.

Ese día, el franco francés, con la ayuda del Bundesbank alemán, ha resistido a un feroz ataque especulativo. La Bolsa de París cierra con una subida del 1,63%. En los medios financieros circulan encuestas secretas que dan la victoria al sí por porcentajes que alcanzan hasta el 54%. Pero nadie las tiene todas consigo. ¿Y si a los franceses les vence el complejo de Astérix y dicen "no" a Mitterrand y Kohl, a Almodóvar y Umberto Eco, a la Bundesbank y a Maastricht?

Domingo 20 de septiembre. Los franceses acuden masivamente a las urnas. A los partidarios del y del no les une un mismo sentimiento: la felicidad de sentirse el centro del universo.

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