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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El modelo italiano

UNA SÉMANA después de que el Parlamento italiano aprobara un paquete de ajuste presupuestario de emergencia, Gobierno, sindicatos y patronal han llegado a un acuerdo por el que se pone fin al sistema conocido como escala móvil. Durante los últimos 47 años la revisión automática de los salarios en función de la inflación ha constituido una de las peculiaridades de la economía italiana, que ha obstaculizado la evolución de los precios hacia niveles próximos a los de sus socios europeos y la reducción del importante déficit público. De la significación de este acuerdo han dado cuenta los mercados financieros con. una reacción favorable, en especial sobre la cotización de la lira, que ha permitido al Banco de Italia reducir la tasa de descuento un día después.Esos acuerdos en absoluto garantizan por sí solos la reducción de la tasa de inflación hacia los niveles previstos, y mucho menos el inmediato saneamiento de las maltrechas finanzas públicas de aquel país, pero constituyen un favorable exponente de la disposición del Gobierno y de los agentes económicos y sociales italianos ante la situación de emergencia por la que atraviesa el país.

La reacción de los mercados financieros y de los agentes económicos ilustra con sobrada elocuencia algunos extremos difíciles de asimilar en España, a tenor de la incapacidad para reducir la incertidumbre existente sobre la evolución de la economía española en los próximos meses. A diferencia de lo ocurrido en Italia, el conjunto de medidas adoptadas por el Gobierno, esencialmente destinadas a reducir el déficit público, fueron incapaces de transmitir esa confianza en los agentes económicos que ahora parece parcialmente restaurada en Italia. La cotización de la deuda española y de la, peseta no sólo no reaccionaron en la dirección que lo han hecho en Italia, sino que fue precisa la elevación de los tipos de interés por el Banco de España con el fin de neutralizar las tensiones depreciadoras a que nuestra moneda estaba sometida en los mercados de divisas.

Una conclusión, cuando menos, debería ser válida para nuestros gobernantes. La credibilidad de sus actuaciones no depende tanto del rigor del vocabulario empleado como de la capacidad para comprometer a los agentes económicos y al conjunto de los ciudadanos en un proyecto viable de saneamiento de la economía. Ello exige, ante todo, la formulación de un diagnóstico claro y realista de la situación de la economía en el que, lejos de buscar complicadas y casi siempre externas justificaciones los errores cometidos, se admitan las verdaderas dificultades existentes. Hace falta, en todo caso, una capacidad de convencimiento y de diálogo con

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los agentes económicos y sociales tanto más necesaria cuanto más evidente se presenta el deterioro de

las expectativas económicas de los próximos meses.

Esa capacidad de concertación -lo han demostrado los propios mercados- es, en circunstancias como las actuales, más efectiva que la artificios a y no siempre creíble firmeza en la adopción de medidas tan limitadas en su alcance como huérfanas de respaldo político.

La recuperación de la confianza en la economía española, hoy seriamente deteriorada, precisa de actuaciones adicionales a las ya adoptadas que incidan favorablemente sobre la evolución de las finanzas públicas -más allá del cierre del presente ejercicio fiscal-, sobre la inflación y, en definitiva, sobre las condiciones de oferta de nuestra economía., Para su consecución, el consenso alcanzado en Italia constituye, cuando menos, una experiencia relevante sobre las posibilidades- de concertación en las economías industrializadas.

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