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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La noche nació torcida

Eddie Palmieri

Eddie Palmieri (piano), Johnny Torres (bajo), Jaime Delgado (bongó), José Clausell (timbales), Paoli Mejías Ramos (congas), Conrad Herwing (trombón), Pedro E. Rodríguez (voz). Cuartel del Conde Duque. Madrid, 9 de julio.

Lo que son las cosas. Con los soneros (Celia Cruz, Tito Puente, Cheo Feliciano y óscar D'León), los bailones se quedaron con las ganas. El patio del Cuartel del Conde Duque estaba a reventar y allí no había quien se moviese porque, además, lo han llenado de graderíos. Con Eddie Palmieri se podía porque no había ni la mitad de público, pero la santería parece este año contraria al baile porque el pianista neoyorkino descendiente de puertorriqueños se marcó una de latin jazz que dejó a todos con el oído despierto y los pies dormidos.El latin jazz, según Palmieri, consiste en crear una base de ritmos latinos con la percusión, coger a los metales (en este caso dos trompetas, saxofón y trombón) y ponerles a improvisar, uno por uno, una y otra vez. Así se pasaron los 90 minutos de un recital del que se excusó un anunciado Papo Lucca por enfermedad.

La noche se salvó en parte porque los músicos eran excelentes. En primer lugar, Eddie Palmieri, que a los 11 años ya dió su primer concierto interpretando a Chopin y Bach en el Camegle Hall, de Nueva York. Es un gran pianista,capaz de romper las composiciones en mil pedazos con sus disonancias, rupturas de ritmo y fraseos entrecortados. Su técnica, tomada de la música clásica y del Jazz, le permite un total dominio del teclado y un excelente trabajo con las dos manos, aunque la verdad es que tocó poco. Muy poco. Casi nada.

A destajo trabajaron en cambio sus músicos. Sobre todo el conguero Paoli Mejías Ramos, que realizó un magnífico solo de diez minutos, y los cuatro metales, que demostraron sus excelencias como hombres del jazz latino -no faltaron los clásicos guiños al Ornitology de Charlie Parker y a otros clásicos del jazz-, pero sin llegar a cruzar la frontera que separa lo excelente de lo genial. Y así, entre la ausencia de Papo Lucca, el poco público, el escaso trabajo de Palmieri, la casi nula motivación para el baile y las excesivas ruedas de improvisaciones, la noche transcurrió deslavazada.

"Todos ustedes viven en mi corazón, y no pagan renta", dijo Eddie Palmieri para despedirse, mientras se le exigía inútilmente algún bis. Al parecer, tenían que volar hacia Holanda y no había tiempo. Y, además de deslavazada, la sesión acabó desangelada y sin calentura porque, pesar de su elevado nivel musical, la noche nació torcida.

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