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Un jarrón de agua fría

Los expertos aconsejan asumir los sacrificios necesarios para lograr la convergencia en 1997

Corren tiempos adversos para la economía española. En cuestión de días se han venido abajo los débiles cimientos en los que se sustenta el programa de convergencia con la CE. Se crece poco, se destruye empleo, los déficit exterior y público se han dispara do y la inflación aumenta. Los expertos consultados califican la situación de "grave" y no divisan en el horizonte próximo nada que aliente el optimismo. Esta tendencia puede corregirse si el Gobierno despeja las incertidumbres y concreta de forma inmediata un plan de ajuste a fondo que no se limite a poner parches.

Para ello piden un nuevo plan de convergencia que mantenga el. objetivo final de 1997, pero que no oculte los sacrificios. Como si se tratara de una conjura, los principales indicadores de la economía española han decidido presentar prácticamente a la vez un panorama de crisis severa. "La situación hay que calificarla de grave", explica Emilio Ontiveros, de Analistas Financieros Internacionales. Lo peor es que no se trata de una enfermedad pasajera sino que "han aflorado los males que permanecían ocultos y reflejan problemas muy de fóndo", explica Luis Ángel Lerena, director del servicio de Estudios del BBV.Los datos ya conocidos (ver cuadro) son de por sí "muy preocupantes", según los expertos, pero todavía más si se compara con los objetivos para el primer año del plan de convergencia con la CE. A sólo tres meses de su aprobación por el Parlamento español y poco después de recibir el respaldo de Bruselas, el plan empieza a hacer agua. Ni el crecimiento económico es el esperado (está por debajo del 2%), ni el déficit público se acerca a las metas propuestas y lo mismo pasa con la inflación o el déficit exterior.

La expectativas del plan estaban basadas en un entorno internacional que debería haber mostrado ya síntomas de recuperación económica. Sin embargo, las previsiones. apuntan a que 1992 'será todavía un año de estancamiento. La economía española, por su parte, no está en las mejores condiciones para afrontar este ciclo adverso. "Tenemos un bajo crecimiento que además es insano porque está basado en el consumo y no en la iversión", según opina Cristóbal Montoro, del Instituto de Estudios Económicos.

Las consecuencias son sabidas. El consumo privado tira de las importaciones lo que agrava el déficit exterior y además es inflacionista; el descenso de la inversión destruye empleo y exige un mayor esfuerzo presupuestario en prestaciones sociales. Estamos, pues, muy lejos del mejor de los mundos posibles.

Según un asesor económico de la Asociación Española de Banca (AEB), "el problema básico es que el enfriamiento de la actividad económica no se ha traducido en, una reducción de los desequilibrios, como cabía esperar". Emilio Ontiveros añade, por su parte, que "la gran equivocación es no haber aprovechado los años de expansión económica para haber llevado a cabo un saneamiento a fondo de la economía". El problema es que ahora, "el ajuste será más doloroso".

No obstante, la coincidencia entre los expertos consultados es total sobre la necesidad de no renunciar a ser plenamente europeos en el año 1997. España tiene un reto enorme al que hacer frente y, pese a los últimos datos, "está todavía a tiempo de estar en el grupo de cabeza de la CE", es decir, entre los de economía más saneada, según explica el director de Economía de la CEOE, José Folgado.

Sin embargo, también coinciden en que se debe revisar el camino trazado. Como explica el asesor de la AEB, "el programa de convergencia tiene un vicio de fondo y es que intenta sincronizar la necesidad del ajuste con la ilusión de una expansión económica y la creación de un millón de empleos".

Es como intentar cuadrar un círculo "lo que se ha mostrado todavía más difícil al conocerse los últimos datos de coyuntura". Ahora, añaden, "hay que apostar por el ajuste para garantizar un crecimiento sano y estable a medio plazo".

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