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Crítica:EXPOSICIONES
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Prohibido fijar carteles

Con motivo de la presentación de la publicación de la nueva edición del Ulises, de James Joyce, que ha llevado a cabo el Círculo de Lectores, acompañándola con un volumen complementario de ilustraciones de Eduardo Arroyo y un amplio estudio del escritor y gran especialista de la obra del genial irlandés Julián Ríos, se exhiben ahora los 145 dibujos originales del pintor madrileño junto a otras obras encargadas por él a sus íntimos de la cofradía del arte, como Grazia Eminente, A. Alfaro, L. Gordillo, G. Aillaud, Rougemont.Sabemos que Picasso rehusó la invitación que se le hizo para ilustrar el Ulises joyciano, y que Matisse la aceptó equivocándole con su original homérico, con lo que paradójicamente esta genial flânnerie romancesca permanecía virgen de iconos como si su autor fuera un escocés del más rancio abolengo protestante y no un quisquilloso dublinés educado por los jesuitas en la contrarreformista fe romana. Pero en éstas, Julián Ríos tuvo la aguda intuición de proponer a Eduardo Arroyo esa empresa ciertamente escalofriante y que de hecho fue lo primero que comenzó a hacer tras superar el abrazo mortal de un cólico miserere, curiosamente la dolencia que se llevó al otro barrio a Joyce.

El Ulises prohibido

Centro Cultural del Círculo de Lectores. O'Donnell, 10. Madrid. Del 11 de junio al 11 de julio de 1992.

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Como un paseo entre la vida y la muerte, los 150 dibujos y acuarelas del superviviente Arroyo forman la más dura y formidable iconología que imaginarse pueda a costa de esa heroica epopeya humana que supone la vuelta a casa de un transeúnte urbano, al que, como el astuto y atribulado rey de Ítaca, las más insólitas visiones entretienen demorando el regreso al hogar.

Tránsfuga

Narrar las ocurrencias del accidentado trayecto fue el privilegio de rapsodas inquietos como Homero y Joyce, ahora sabemos que el haberlas ilustrado le ha correspondido a ese tránsfuga de Eduardo Arroyo, que nos arroja a la cara un centón largo de imágenes cargadas de dolor y sexo, de vida y muerte entreveradas, cuya visión nos deja tan sin aliento como si nosotros mismos caminásemos por la senda de imágenes rotas que ya hizo exclamar, conmovido por el espectáculo de la vida, hace cuatro siglos, al capitán español de los tercios de Flandes y rutilante poeta Francisco de Aldana: "Todo apretar, nada cogiendo". ¿Hay algo más? No lo sé; pero de lo que estoy muy seguro es que en estas casi 150 imágenes de Eduardo Arroyo está lo mejor de él y de cuanta poesía callejera haya inspirado el melancólico regreso a casa de un trotamundos.

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