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Guadarrama,tarea de todos

El autor, consejero de Educación y Cultura del Gobierno regional de Madrid, parte del hecho de que las nuevas tendencias en la utilización del ocio han determinado un cambio sustancial en las costumbres de los ciudadanos.

Las zonas turísticas tradicionales, que hasta ahora se concentraban en las costas, implicaban unos modos de "no actividad" y ocio no creativo que han terminado por generar un cierto hastío. Al mismo tiempo, los periodos de vacaciones se han acortado, espaciándose a lo largo del año, buscando en ellas la realización de actividades que proporcionen no sólo un contacto pasivo con la naturaleza, sino la posibilidad de incrementar sus conocimientos sobre el entorno o la realización de prácticas deportivas no convencionales.Esta nueva actitud, más comprometida con el entorno, más exigente en cuanto a los servicios disponibles y de gran movilidad geográfica, comienza a imponerse entre los usuarios españoles. A la actual oferta de la ciudad de Madrid como centro de turismo de negocios, complementado con un atractivo catálogo de referentes culturales y de ocio, se ha sumado en los últimos años un producto más amplio y sugerente: los espacios naturales de nuestra comunidad.

De modo simultáneo, los madrileños han hecho de la sierra de Guadarrama su zona de esparcimiento emblemática, convirtiéndola en pulmón natural de la ciudad, haciendo proliferar en ella las segundas residencias, los espacios para la práctica deportiva y, gracias a la excelencia y peculiaridad de sus paisajes, las zonas de paseo y contemplación.

Las causas de esta afluencia masiva se encuentran fundamentalmente en la proximidad de la capital, en la capacidad de acogida que ofrece tan extensa zona y en la modificación de los usos del tiempo libre, atributos que la convierten en alternativa a la oferta turística de las zonas costeras. Esta área privilegiada ha visto surgir en los últimos años una serie de problemas acuciantes que exigen un sistema de actuaciones amplio e imaginativo y de muy distinta proyección en cuanto a las intervenciones a realizar.

Para ello, las distintas políticas han de converger en un proyecto amplio de conservación activa que rescate nuestras montañas para el uso y disfrute de los ciudadanos, consiguiendo un compromiso de los usuarios con el entorno, ya que sin un adecuado uso de los bienes naturales disponibles la actual degradación de la zona ha de crecer en fatal progresión, por muy efectivas que sean las medidas emprendidas.

La capacidad de acogida de un área natural la determinan muy distintos parámetros, y es obligación de los organismos de la comunidad delimitarla estrictamente para que el nivel del impacto en el medio ambiente subsiguiente sea mínimo.

Es necesario crear una amplia oferta de actividades, que ha de espaciarse a lo largo del año mediante un catálogo completo que no se destine sólo a los practicantes de deportes de invierno. Y que nos exija un notable esfuerzo de creatividad y una selección de programas que han de incluir desde las actividades puramente deportivas a la potenciación de focos de difusión cultural, como es todo el área de El Escorial, por su carácter de ciudad histórica y por celebrarse en ella los cursos de verano de la Universidad Complutense, o los nuevos enfoques del agroturismo en la sierra norte.

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Estas ofertas, que comprenden tanto la utilización de los espacios como su conservación, están ligadas a las políticas de potenciación del medio ambiente de la Comunidad de Madrid desde su origen y han sido articuladas a través de las acciones emprendidas por las distintas consejerías, con unos resultados que han trascendido a los ciudadanos y que, en buena medida, han sido fruto de un diálogo sostenido entre las organizaciones ciudadanas y ecologistas.

Falsas morales

Los intereses colectivos exigen superar en esta área tanto las falsas morales conservacionistas como la especulación desaprensiva o las iniciativas comerciales de aventureros. La política del Gobierno regional ha buscado desde un principio rentabilizar para los ciudadanos las distintas mejoras que en el medio ambiente se han conseguido, buscando un acercamiento de los espacios y sus recursos a los usuarios.

El único modo de hacer confluir ambas situaciones, disfrute y conservación, se consigue regulando el uso de todos los activos existentes, facilitando a los usuarios unos servicios dignos, con equipamientos de calidad y racionalizando tanto la utilización que de ellos se hace como sus posibilidades potenciales.

La conservación de los espacios que han de heredar nuestros hijos exige la actuación en el entorno, corrigiendo el deterioro que un uso históricamente mal orientado ha producido en enclaves de alto valor dentro de la sierra de Guadarrama, readaptando las zonas de esparcimiento para una población que no dispone de mucho espacio natural en el que practicar el ocio. Generándose un doble compromiso: el de los organismos públicos responsables de su gestión y conservación y el de los ciudadanos y usuarios que han de aportar su solidaridad y responsabilidad ante un patrimonio común.

Cualquier situación en esta franja de territorio, independientemente de su promotor, ha de tener en cuenta una filosofía que se sustente sobre tres ideas básicas: el ecodesarrollo entendido como política de intervención responsable y conservación activa del entorno natural, la capacidad de acogida y la construcción de una alianza entre los usuarios y el medio natural basada en el respeto y convivencia con la naturaleza, entendida como la creación de una cultura conservacionista en los ciudadanos que rescate la importancia de lo natural sobre lo meramente comercial.

La Administración autónoma ha de convertirse en locomotora de las inversiones que, en sintonía con esta filosofía, favorezcan los distintos proyectos. Ha de diseñar mecanismos de control sobre sus propios programas y las iniciativas privadas para esta área, y dotar de contenidos específicos a cada uno de ellos para favorecer su inclusión en un plan global para toda la sierra de Guadarrama.

Este tipo de proyectos genera riqueza en el entorno inmediato. Las actuaciones que se emprendan servirán para elevar los niveles de calidad de vida en una extensa zona de la sierra de Madrid y su área de influencia poniendo límites a la despoblación de las áreas de montaña y diluyendo el efecto de frontera natural, convirtiéndola en zona de acercamiento hacia otras comunidades autónomas y de aproximación hacia otros referentes culturales.

Por otra parte, la zona noroeste de la Comunidad de Madrid registra desde su origen unos desequilibrios con respecto a la zona sur que hasta el momento la favorecían. La política emprendida en los últimos años para su corrección, con ejemplos emblemáticos como el corredor del Henares o las actuaciones sobre los nuevos focos de centrafidad periférica, han propiciado que en este periodo los proyectos y programas de adecuación se destinasen a la dotación de un tejido no sólo industrial, sino también de infraestructuras y equipamientos, y a la creación de servicios adecuados, fundamentalmente en las zonas del sur y del este, históricamente desatendidas.

Resumiendo: todo ello ha de traducirse en acciones que regulen primordialmente la capacidad de acogida del territorio y las actividades que éste consienta, estableciendo los distintos valores que han de considerarse intocables y los que necesitan urgentemente una intervención que corrija los actuales desajustes.

Este Gobierno, en la creación de un proyecto progresista, debe destinar de forma homogénea y coordinada los recursos disponibles a las necesidades más perentonas. La dedicación a determinadas zonas no puede hacernos olvidar las necesidades que van surgiendo en otras, de tal manera que la política de corrección de desequilibrios se convierta en una sinergia de adecuación de tensiones, a veces opuestas, que deben converger en el interés colectivo, mejorando la calidad de vida y la conservación de los recursos naturales, apostando, en definitiva, por el futuro de la región.

Jaime Lissavetzky es consejero de Educación y Cultura.

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