Perseguidor de imposibles
Pablo Guerrero es un caso peculiar y único. Pacense de Esparragosa de Lares, comenzó a cantar en ese puente clave para la música popular que enlaza las décadas de los sesenta y los setenta, inspirándose en el folclor extremeño. Poco después, fue incluido en el cajón de sastre de la canción protesta, mientras perseguía el cambio como excusa hacia la utopía. Canciones como A cántaros -inspirada en el Blowin the wind dylaniano-, Dulce muchacha triste y Porque amamos el fuego, entre otras, representaron una nueva vía de enfrentamiento a la realidad a través de la metáfora, creando un mundo poético que continuó con temas como Paraíso ahora, uno de los primeros acercamientos realizados por cantautores al flamenco como apoyo musical.La crisis de la canción de autor encontró a Pablo Guerrero de paseo por otros mundos. A su regreso, todo había cambiado y las vacas gordas, si alguna vez lo fueron, se habían quedado en los huesos. Guerrero se enfrentó a las dificultades interiorizando aún más sus canciones, con la ayuda de músicos de riesgo. Dos discos pasaron inadvertidos y otro recién acabado, Toda la vida es ahora, no encuentra quien se atreva a publicarlo. Y hasta hoy.
Pablo Guerrero
Pablo Guerrero (voz, guitarra), Suso Saiz (guitarra, programación, coros), Tino DiGeraldo (bajo, percusión).Teatro Bellas Artes. Madrid, 11 de mayo.
Si el hoy de Pablo Guerrero es su recital del pasado lunes en el Bellas Artes, hay que quitarse el sombrero. Acompañado por Suso Saiz y Tino DiGeraldo, y con la ayuda de Javier Paxariño al saxo, de Luis Pastor y Paco Ibarra a los coros y de Pedro Estevan a la percusión, ofreció una actuación de gran nivel.
Con un sonido perfecto, la nueva vía musical del extremeño resulta sorprendente por la novedad y el riesgo. ¿Canción de autor, pop, new age? Simples etiquetas ante la imaginación del trabajo de Suso Saiz en la guitarra y las programaciones y la sutileza y elegancia de Tino DiGeraldo al bajo y las percusiones. Con unos arreglos basados en la creación de ambientes más que en el soporte armónico, Pablo Guerrero apenas recordó el pasado cuando cantó A cántaros, Paraíso ahora y unos tradicionales Cantares de trilla. El resto fue más que nuevo, contemporáneo y futurista, sin perder intimidad ni emoción. Fue una lección de poesía musical y un ejemplo de evolución artística de quien continúa en pos de la utopía sin nombrarla, como un eterno perseguidor de imposibles.
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