La culminación de un viejo sueño
François Mitterrand ha dado un ritmo vertiginoso al proceso de ratificación por parte de Francia del Tratado de Maastricht. El presidente, viejo militante del sueño europeista, cree sinceramente que su país debe dar ejemplo aprobando con rapidez y sin reservas un tratado que, en buena medida, es obra personal suya y de la diplomacia francesa.Tres aspectos del Tratado de Maastricht, según un dictamen del Consejo Constitucional, son opuestos a la carta magna francesa: la moneda única, el voto de los ciudadanos comunitarios en las elecciones municipales y la política común de visados. A los pocos días de ese dictamen, el Gobierno socialista ya había redactado una reforma constitucional en dos artículos que autoriza transferencias de soberanía a la Unión Europea en los temas citados.
La previa aprobación de esa reforma constitucional por la Asamblea Nacional y el Senado -primero por separado, luego en una sesión conjunta- es imprescindible para que Francia pueda ratificar el tratado. Conscientes de la dimensión histórica del caso, los dos grandes líderes de la oposición de centro y de derecha, Jacques Chirac y Valéry Giscard d'Estaing, sostienen la reforma, pese a saber que Mitterrand sacará partido interno de este proceso.
Abordando las grandes cuestiones europeas, Mitterrand da de nuevo a su pueblo la imagen de "padre de la patria" por encima de querellas politiqueras y de unos socialistas identificados con el paro.
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