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El as de espadas

JOAQUíN VIDAL Un espectador se preguntaba de qué estaría hecha la espada de Joselito: "Es que la de este muchacho entra hasta el puño como si la clavara en manteca, y la de los otros no entra ni a la de tres. Quizá sea templado acero toledano ¿no le parece?. Era muy discutible lo que planteaba el espectador. La-de-los-otros a lo mejor entra a la primera; la cuestión es saber por dónde. He aquí -un caso cierto: el sablazo que pegó Enrique Ponce al sexto tor!D entró por las cercanías de la bóvida pata, y el bóvido especimen cayó como si lo hubiera fulminado el rayo. En cambio Joselito apuntaba precisamente allá donde se encuentrael hoyo de las agujas, y si cobraba el estoconazo donde había puesto el cijo no era porque la espada estuviera hecha de templado acero toledano sino gracias al temple de su corazón. Ahora mismo Joselito es el as de espadas. Las estocadas de Joselito ponen al público en pie y al toro patas arriba, y la que ejecutó al quinto toro le valió una de las orejas más merecidas que se hayan concedido en toda la feria.

Torrestrella / Dominguez, Joselito, Ponce

Toros de Torrestrella (5º sobrero, en sustitución de uno devuelto por inválido total), muy'desiguales de presencia aunque con romana; 1º, 2ºy 6º sospechosos de pitones; todos inválidos excepto 6o (éste, a su vez, manso); de feo estilo. Roberto Domínguez: media trasera, rueda insistente de peones y tres descabellos (silencio); pinchazo y bajonazo (palmas).. Joselito: estocada ladeada (ovación y salida al tercio); gran estocada (oreja).Enrique Ponce. estocada muy tendida y rueda insistente de peones ,(ovación y salida al tercio); metisaca escandalosamente bajo (palmas). Cayó un fuerte aguacero al concluir el paseíllo y se retrasó 15 minutos el comienzo de la corrida. Plaza de la Maestranza, 7 de mayo. 201 corrida. de abono. Tres cuartos de entrada.

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No es sólo matar. Lo fundamental es matar de acuerdo con las reglas del arte. Dicen los tratadistas que si la suerte se interpreta con pureza, no importa que el resultado final sea un pinchazo. El. maestro Corrochano aún iba más lejos y subrayaba el mérito del torero que, pinchando varias veces, en todas ellas marca con ajuste los tiempos de la suerte suprema. Joselito, ayer, así hizo en sus dos estocadas: perfilado en corto, bajaba la mano izquierda obligando al toro a humillar, se volcaba sobre el morrillo y salía limpiamente por el costillar. La segunda especialmente, causó sensacion, pues el toro que la recibió, alto de agujas y longuilíneo, exhibía una tremenda cornamenta, vuelta y astifina.

La faena de Joselito, valiente y porfiona, también había tenido mucho mérito ya que el toro estuvo reservón y sacó mal estilo. Toda la corrida fue deslubidísima.Lamentablemente derrengada, todos los toros llegaron al último sin, poderse mover defendiéndose. De la primera condición mencionada los toros de Roberto Dominguez, este diestro hubo de limitarse a porfiarlos; menos al segundo, pues se tumbó la siesta. Los de Joselito sacaron genio y se encontraron con un torero tenaz que intentaba darles pases imposibles. Al tercero, peligroso, Enrique Ponce le aguanté parones y gañafones con una serenidad y una oreja admirable y al sexto le instrumenta unos redondos de buen corte,: hasta que el toro se escapó a tablas y allí permaneció a -la defensiva. Entonces fue cuando Ponce perpetró el toricidio. Visto y no visto metió y sacó la espada, al toro no le dio tiempo a decir ni, mu, y rindió la vida.

Creen los taurinos que el canon lo propugnan las tauromaquias y lo demandan los aficionados por simple dogmatismo, pero en cuanto se produce en la plaza queda demostrado cuántos bienes reporta y cuánto gusta a todo el mundo. Aquello que los toreros hicieron bien, levantó clamores. Por ejemplo, los pares de banderillas de Mariano de la Viña y de Antonio Tejero ambos pertenecientes a la cuadrilla de Ponce; los de Antonio Romero -cuadrilla de Joselito-, cuadrando en la cara con autenticidad. O el puyazo de Manuel Montiel -cuadrilla de Roberto.Domínguez- al cuarto toro. Constituyó todo un espectáculo verle empinarse sobre los estribos, adelantar la vara, detener al toro que Ilegaba veloz, tirándosela al molo. Y, finalmente, la maestría cimera de Jóselito ejecutando los tiempos del volapié. Sólo con eso -que no es poco- la afición se sintió complacida.

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