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Lecciones en La Maestranza

Los dos hombres están acodados en una barrera de La Maestranza de Sevilla. Les separa la edad -unos 40 años de diferencial-es une la sangre, el cariño y una pasión: los toros.El hombre maduro lo consiguió todo en su profesión. El joven está dando los primeros pasos en ella. Los que le han visto le auguran un brillante porvenir, aunque en este arte toda premonición es muy aventurada. La aventura consiste en engañar todos los días a la muerte. El abuelo le va transmitiendo al nieto sus saberes. Ayer fue en el campo. Hoy es en la barrera de La Real Maestranza.

-Mira qué torpemente se ha envuelto en el capote Fulanito. En la tauromaquia los ritos se insertan en su esencia. No son algo accidental.

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El nieto asiente con la cabeza.

-A ese toro tendrías que darle aire. Sacarlo a los medios. Citarlo a distancia. Esperarlo. Estos toros tan bravos y nobles tienen el peligro de poner en evidencia las carencias del torero. Dejan en ridículo al más pintado.

-Éste no es el toro de antes. Tendrías que someterlo por abajo. Después puede romper, pero tendrías que llevarlo muy toreado. Que no vea más que muleta.

-Se está poniendo pesado Mengano. Las buenas faenas no pueden ser tan largas. Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Acuérdate del gran Gracián. Un torero pesado acaba irritando al público. Si no ves clara desde el principio la faena, más vale aliñar y matar.

-Abuelo, en algún sitio he leído que tú considerabas al toro como un amigo. ¿Es verdad?

-Es verdad, a ti el toro te va transmitiendo algo dificil de explicar. Estoy también convencido que tú le transmites algunas sensaciones al toro. Entonces se produce lo que el aficionado percibe como una obra de arte. En ese momento el toro es tu amigo, y te da mucha pena matarlo.

-Perengano no está pendiente del toro, está pendiente del público. Mal asunto. Tu colaborador es el toro, no el público. Yo no sentía las ovaciones sino cuando había dado muerte al toro. Ni si sonaba la música o no sonaba. Ni los gritos del tendido: "Échate la muleta a la izquierdaaa".

El único diálogo era entre el toro y yo. A veces ese diálogo se rompe y se produce el divorcio. En definitiva, incompatibilidad de caracteres.

Como Luis XIV dictó las Memorias para la instrucción del Delfín, así iba el abuelo desgranando las lecciones al nieto, que quiera Dios continúe dando brillo a una de las estirpes más gloriosas que ha habido en la historia del toreo.

La narración es pura ficción. Los personajes son de carne y hueso. El abuelo se llama Antonio Ordóñez Araújo. El nieto, Francisco Rivera Ordóñez.

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