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Estados Unidos presiona a los países ricos para que intensifiquen sus políticas de crecimento

ENVIADO ESPECIALEl secretario norteamericano del Tesoro, Nicholas Brady, insistió ayer, ante sus colegas del Grupo de los Siete (G-7), en la necesidad de intensificar las políticas de crecimiento para consolidar la incipiente recuperación registrada hasta la fecha. Los ministros de Finanzas de los siete países más ricos del mundo debatieron ayer en Washington las fórmulas para acabar con el periodo de recesión, en un cierto ambiente de tensión debido a la negativa de Alemania de relajar su política monetaria y la oposición de Japón de poner en práctica nuevos estímulos al crecimiento. Las ayudas a Rusia y las otras repúblicas de la ex URSS quedaron prácticamente ultimadas.

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La reunión de los ministros de Finanzas de los siete países más poderosos de la tierra (Estados Unidos, Japón, Alemania, Canadá, Francia, Reino Unido e Italia) se iniciaba ayer en medio de un cierto ambiente de tensión. Durante los últimos días, la Administración norteamericana había lanzado un mensaje muy claro a sus socios del G-7: hay que intensificar las políticas de crecimiento económico. Además, Washington había hecho llegar al Gobierno de Bonn, de forma más matizada, sus quejas ante la perseverancia de los altos tipos de interés en Alemania. Esta crítica motivó la inmediata respuesta alemana, que insistía en que el Bundesbank mantendría su política monetaria restrictiva hasta que consiguiera controlar las últimas tensiones inflacionistas, motivadas, a su vez, por el excesivo déficit público.Por eso, quizá, la entrada de los siete ministros a la sede del Tesoro norteamericano despertaba un especial interés para la prensa mundial, que aguantaba en medio de la lluvia de Washington. La reunión se presentaba larga y polémica por la intensidad de los temas de su agenda. Aunque los responsables económicos del G-7 ya habían mantenido un encuentro previo, la noche del sábado, para avanzar algo en la discusión. Fuentes de la delegación francesa señalaron que durante la cena del sábado el ambiente no había sido tan tenso como se preveía, aunque sí quedaron claras las posiciones de unos y otros. El nuevo ministro francés de Economía, Michel Sapin, hizo ver a su homólogo alemán, Theo Waigel, que su país no colaboraría a poner en tela de juicio la política monetaria del Bundesbank.

Pensión previa

Aunque el tradicional comunicado del G-7 se esperaba para esta madrugada, ayer tarde los expertos del Fondo Monetario Internacional (FMI) consultados por este periódico daban por hecho que, a pesar de la tensión previa, la reunión concluiría, una vez más, con una declaración de compromiso, que dejara a todos contentos. Algo especialmente difícil en esta ocasión. Ya en la última reunión de ministros de Finanzas del G-7 -celebrada en Garden City, junto a Nueva York, el 24 de enero pasado-, el comunicado rinal se tuvo que quedar en grandes declaraciones de principios.

Esa reunión se celebraba tan sólo un mes después de la cumbre de Maastricht, cuando los cuatro socios europeos del G-7 todavía no habían cuantificado las consecuencias de los importantes acuerdos de diciembre. Y desde entonces se han producido una serie de acontecimientos importantes en la CE y en Japón -la caída de la Bolsa de Tokio preocupa especialmente al resto de los socios del club de los siete-, que daban especial relevancia a la reunión de ayer.

Además, la presentación, el miércoles pasado, del informe de primavera del Fondo Monetario Internacional (FMI) supuso un nuevo jarro de agua fría para los más optimistas. En el citado informe se reconocía el crecimiento negativo de la economía mundial en 1991 y se rebajaba a la mitad la previsión de crecimiento para el presente ejercicio. Además, se hacía mención a la destrucción de empleo en los países industrializados durante el pasado año, tendencia que continuará durante 1992 en la Comunidad Europea.

En este contexto, las llamadas al crecimiento por parte de Estados Unidos han sido recogidas de muy distinta forma por el resto de los socios del G7. Brady no consiguió el sábado por la noche -siempre según las citadas fuentes diplomáticas francesas- el apoyo de su homólogo japonés, Tsutomu Hata, que señaló que Japón ya había hecho suficiente para estimular el crecimiento mundial, y que cualquier nueva acción podría tener efectos negativos sobre su inflación. Por su parte, el Reino Unido y Canadá parecen apoyar las pretensiones estadounidenses, mientras que Francia e Italia se mantienen en una posición de cierta indefinición, por el momento.

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