Dibujos sobre negro

Hace unos años, Natividad Bermejo se presentaba en la escena del arte con intervenciones escultóricas -de alabastro, goma y poliéster- directamente inspiradas en la experiencia de la naturaleza. De hecho, sus objetos evocaban formas familiares del universo natural y establecían correspondencias concretas entre lo constructivo y lo orgánico, entre la geometría y lo informe.Un paso más allá encontrábamos a Natividad Bermejo concentrada ya en los objetos mismos y en su capacidad para adquirir significaciones entrecruzadas. Una de sus piezas más llamativas, y ejemplo para suscitar reflexiones complejas con la mayor economía de medios, es aquella obra de 1989 consistente en un modesto flexo convenientemente inclinado desde cuya cabeza se proyecta una especie de cono truncado de terciopelo oscuro: un objeto paradójico, una lámpara que no da luz, sino una opaca sombra azul.

Esta obra sola delataba ya la sensibilidad peculiar cuyos resultados estamos viendo en las últimas exposiciones de Natividad Bermejo en Barcelona, Madrid y Valencia. Ahora se trata fundamentalmente de dibujos, de muy elaborados dibujos en blanco sobre unos fondos negros dominados por torbellinos circulares a modo de rediografías de un agitado cielo nocturno.

Las figuras emergen como fantasmas sobre ese fondo donde el mundo ha sido borrado, siniestramente aisladas como caracteres de un teatro negro: un pequeño ratón blanco, una cabeza de búho, una mano cuyos dedos son plumas o alas, unos brazos que juegan a los naipes, un eclipse, una constelación.

Por supuesto que podemos interpretar estas piezas en clave romántica o surrealista: una herencia insoslayable, tan maltratada por la retórica como fecunda cuando se la confronta con la necesaria delicadeza. "Pintar la noche", como ha señalado Agustín Valle, sigue siendo una de las tareas esenciales de la pintura. Representar la transfiguración de los objetos, mostrarlos como apariciones en un contexto de tinieblas es uno de los caminos que quedan abiertos para dotar de concreción a los conceptos de los que se nutre el arte. Por fortuna, esa noche que Bermejo nos hace ver es una noche en la que no todos los gatos son pardos.