Saramago, contrario a la exportación "misionera" de la democracia actual
"Antes de pensar en exportar la democracia misioneramente, como una religión nueva, al resto del mundo deberíamos buscar la manera de producirla y distribuirla mejor en nuestra propia casa". El escritor portugués José Saramago, realizó ayer en Sevilla una irónica y despiadada crítica a los que pretenden, "ingenuamente" extender el sistema democrático a todos los paises del mundo como la mejor de todas las formas posibles de Gobierno y organización del Estado.Aprovechando el título genérico del ciclo de conferencias Hacia una sociedad democrática mundial organizado por el Pabellón de España en la Expo 92, en el que participó ayer, Saramago perfiló un retrato demoledor y anti-idílico de los sistemas democráticos que rigen hoy las sociedades occidentales avanzadas. "Existe la irresistible tentación de preguntarnos si los gigantescos imperios industriales y financieros de hoy no estarán, como poder supranacional que son, reduciendo la probabilidad democrática, que se encuentra hoy conservada en sus formas pero, si no me engaño, demasiado pervertida en su esencia", dijo el pensador luso.
Según la percepción de Saramago, el sistema democrático actual carece de los instrumentos necesarios para evitar que los votos de los ciudadanos -que "abdican" mediante el sufragio- no lleven al poder "a criminales o sus representantes, tal y como demuestran amargamente algunas experiencias recientes".
Trinidad del sistema
En la decadente situación expuesta por Saramago, hasta la antiguamente deseable coindicencia y simultaneidad de la democracia política, cultural y económica como "la santísima trinidad del sistema" está hoy pasada de moda. "Esta triada, capaz de movilizar voluntades está hoy despreciada y tirada a la basura como un zapato viejo. La idea de democracia económica dio lugar a un mercado obscenamente triunfante y la democracia cultural a la masificación industrial de las culturas. No progresamos, regresamos", explicó el ponente.Ante este panorama, Saramago habló de la "ilusión democrática" como "el engaño de los sentidos y de la mente, una apariencia falsa" y, aunque no renunció a la consecución de la ilusión democrática como "sueño, deseo o quimera", desaconsejó los ímpetus exportadores de los demócratas de hoy. "La democracia o es total o no es democracia, por lo que es indispensable detenernos a pensar en nuestro sistema antes de aspirar a que se torne universal", concluyó.
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