Risa para checoslovacos

Imagino la risa que debe de dar en un teatro de Praga esta farsa: algunas carcajadas que nos parecían a muchos extemporáneas procedían de algunos checoslovacos qué había en la sala, por gracias que a nosotros no nos podían llegar, pese a que la traducción simultánea es buena y rápida; naturalmente, sólo puede ser informativa y literal. Un gobernador corrupto y cornudo, en una provincia rusa en la época de la revolución, que tiene un hijo marxista, con otros revolucionarios, en tono de comedia a la antigua, con las frases cómicas muy pronunciadas y los trajes ridículos, debe de ser extraordinaria. No parece, sin embargo, que sea la obra adecuada para un festival internacional; ni siquiera vale para mostrar tendencias nuevas en los países que acaban de descubrirse a sí mismos, o que los demás queremos descubrir sin disfraces. A los desgraciadamente ignorantes de idioma, matices y alusiones, nos parece teatro viejo, hecho a la antigua usanza; sin duda, esto es deliberado para su público.Estas consideraciones vienen solamente del primer acto; tuve que abandonar ahí la representación para acudir al estreno de Alberto Miralles. Las desgracias nunca vienen solas.