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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El atentado y la paz

NADA JUSTIFICA un crimen tan horrendo como el atentado de Buenos Aires, con su secuela de más de 20 muertos y 250 heridos. El argumento de la Yihad Islámica (Guerra Santa) de que se trata de una venganza por la muerte de su líder Abas Musawi, asesinado por los israelíes en febrero, no hace sino ratificar el delirio de los terroristas. ¿Qué tenían que ver los muertos de Buenos Aires con lo ocurrido hace un mes en el sur de Líbano? Sin embargo, es verosímil el que desde posiciones iraníes -inspiradoras de la Yihad- se fomenten ahora actos terroristas contra Israel. Irán es enemigo de la negociación de paz, y los atentados obstaculizan las vías que pueden llevar a buen puerto los esfuerzos iniciados en Madrid en octubre de 1991.En la fase actual, el dato más llamativo es el deterioro de las relaciones entre EE UU e Israel. En tiempos de guerra fría, Israel era un aliado insustituible. En 1979, EE UU se enfrentó al mundo árabe -salvo Egipto- para llevar adelante el plan de Camp David. Ahora, la política de EE UU, liberada del simplismo de la bipolaridad, tiene que considerar factores más complejos, y en concreto la amenaza del fundamentalismo islámico, lo que supone una política dirigida a resolver, en un proceso de concesiones mutuas, el conflicto palestino-israelí. Desde que Bush apoyó la opción basada en intercambio de paz por territorios, su posición se ha alejado del Gobierno de Shamir, empeñado en mantener de modo indefinido la ocupación militar de Gaza y Cisjordania.

Dos, son los motivos principales del deterioro actual de las relaciones entre, Washington y Tel Aviv: la primera es la denuncia -que una comisión de EE UU debe investigar- de que Israel vende a China y Suráfrica material militar secreto comprado a EE UU con la condición expresa de no ser traspasado a otros países. La selgunda afecta directamente a la discrepancia política de fondo sobre los territorios ocupados: a la petición de Israel de unas garantías de crédito de 10.000 millones de dólares para acoger a los inmigrantes procedentes de la antigua URSS, Bush ha respondido que sólo accederá si Israel se compromete a poner fin a los asentamientos judíos en los territorios ocupados.

Hay que tener en cuenta que instalar a los inmigrantes en Israel mismo es más barato que hacerlo en nuevos asentamientos en Gaza y Cisjordania. Por tanto, la decisión de Shamir de ampliar esos asentamientos es exclusivamente política. Tiende a sabotear el plan de crear en esos territorios un sistema de auto gobierno palestino. Plan que si lograse cuajar serviría durante varios años para una cohabitación pacífica de Israel con los palestinos. Incluso si subsiste la dis crepancia sobre el futuro de esos territorios. Un acuerdo sobre ese punto sería un paso decisivo hacia la paz, y Bush está interesado en que ese plan -parecido al ideado en Camp David por Sadat, Beguin y Carter- salga adelante.

Pero el Gobierno de Israel se cierra en banda. Según las declaraciones hechas en Washington por el ministro de Defensa, Ahrens, está dispuesto a renunciar a los créditos antes que suspender los asentamientos. Con las elecciones generales fijadas para el 23 de junio, está claro que al pueblo israelí le corresponderá zanjar esta opción decisiva. Ahrens, al rechazar la oferta de Bush, dijo que "ningún Gobierno israelí podría aceptarla". Frase propagandística. La realidad es otra. El candidato laborista Rabin se ha pronunciado contra los asentamientos y ha dicho que concertará en seis meses un acuerdo con los palestinos que otorgue a éstos un sistema de autogobierno en Gaza y Cisjordania.

No es fácil para Bush, en un año electoral, y con un lobby judío en EE UU muy activo, mantener firmemente su actitud en el tema de los asentamientos. Sin embargo, tal firmeza es decisiva para que los electores israelíes puedan votar con opciones claras el 23 de junio. Los atentados terroristas, como la tragedia de Buenos Aires, agregan más dificultades a la línea definida por Bush e introducen en el clima electoral israelí factores pasionales que favorecen a la derecha más intransigente.

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