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Noriega dice que es un "prisionero de guerra"

La defensa de Manuel Antonio Noriega ha terminado esta semana en Miami sin que el jurado tuviese la oportunidad de escuchar al antiguo hombre fuerte panameño, al que durante siete meses ha tenido delante para responder de las acusaciones de narcotráfico y blanqueo de dinero. "Basado en las leyes de EE UU y en la Convención de Ginebra y mi situación de prisionero de guerra, me acojo a no testificar, respondió el general al juez Hoeveler.

Noriega, aconsejado por sus abogados, decidió no testificar en su juicio en Miami, aunque aclaró al juez Williams Hoeveler que estaba "mental y espiritualmente" preparado para hacerlo. En una audiencia en las oficinas del magistrado en la que estaban presentes los fiscales y sus dos abogados, Noriega expuso, además, como razones para guardar silencio que el tribunal no le permitiría incluir en sus declaraciones asuntos políticos, de guerra o relacionados con la invasión norteamericana a su país en diciembre de 1989 que lo puso tras las rejas."No quiero que los fiscales u otros abogados aquí presentes crean que rehúso testificar por rehuir cualquier pregunta que me hicieran"señaló Noriega. "Tenía y tengo suficientes documentos y recopilación mental para contestar a cualquier pregunta que se haya formulado durante los meses que he estado aquí sentado", concluyó.

Su decisión llegó después de días de especulaciones en los medios de comunicación sobre su intención de subir al estrado para cerrar la defensa, pero sus abogados optaron por un discreto final después de llamar a 18 testigos, la mayoría de ellos oficiales de la Agencia Norteamericana contra las Drogas (DEA) y la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

Ahora, el caso está de nuevo en manos de los fiscales en la etapa de refutación que durará aproximadamente una semana, para pasar luego a los argumentos finales y al jurado.

Los abogados de Noriega, Frank Rubino y John May, advertidos por Hoeveler de que no admitiría en el tribunal documentos o referencias que no estuvieran directamente relacionados con los cargos, limitaron su defensa a probar que el ex gobernante panameño fue un fiel aliado de EE UU en la lucha contra las drogas.

Mientras el Gobierno norteamericano llamó como principales testigos a prominentes narcotraficantes como el colombiano Carlos Lehder, uno de los barones del cartel de Medellín, Rubino sentó en el estrado a algunos oficiales de la DEA y la CIA que estuvieron en Panamá en la época que comprende los cargos contra Noriega, en la primera mitad de los ochenta.

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