Árabes e israelíes vuelven a negociar en Washington
La cuarta ronda de conversaciones de paz entre árabes e israelíes comenzó ayer en Washington, dentro del pesimismo generalizado sobre la posibilidad de que produzca resultados, con un propósito claro: detener los asentamientos judíos en los territorios ocupados. Tanto EE UU como las delegaciones árabes presionaron a Israel en el primer contacto de los Gobiernos de Oriente Fróximo desde la escalada de violencia de las últimas semanas.
Lo único alentador de esta ronda de negociaciones es el hecho de que llegara a empezar. Lo único que permite seguir albergando esperanzas es que todas las delegaciones implicadas están en Washington y, formalmente, decididas a conversar en serio. El resto del panorama no puede ser más descorazonador.Desde la tercera ronda, celebrada también en Washington en enero, el Ejército israelí se ha enfrentado con la población palestina en Gaza y Cisjordania, ha ocupado temporalmente una franja del sur de Líbano y ha asesinado al líder de Hezbolá, Abas Musawi. Desde esa tercera ronda ha cambiado el liderazgo en el Partido Laborista israelí y todo el clima político se ha visto marcado por las elecciones convocadas para junio.
En vísperas de esta reunión, el secretario de Estado norteamericano, James Baker, sostuvo dos entrevistas que marcan la pauta de cuáles son los principales temas de preocupacion en este momento. Una de ellas fue con la delegación de Líbano, para tratar la situación en el sur de ese país tras el ataque israelí.
La otra, más complicada y significativa, fue, el viernes pasado, con el embajador israelí en Washington, Zalman Shoval, a quien advirtió que EE UU está decidido a no respaldar el crédito die 10.000 mi llones de dólares (un billón de pesetas) para el Gobierno de Israel hasta que no se ponga fin a los asentamientos.
A la misma hora en la que las conversaciones árabes-israelíes daban comienzo en el Departamento de Estado, el se cretario Baker defendía esa misma política restrictiva en el Capitolio ante un Congreso que parech dispuesto a respal dar a la Administración en este asunto.
La actitud norteamericana ha insufiado ánimos a los ára bes, particularmente a los palestinos, que llegaron a Washington dispuestos a obtener concesiones israelíes en el tema de los asentamientos como condición imprescindible para seguir avanzando en otros puntos. "EE UU no puede permitir que su dinero sea utilizado en contra de su política. Los asentamientos deben detenerse, primero negando las garantías para ese crédito de 10.000 millones de dólares y, luego, reduciendo el resto de la ayuda norteamericana a Israel", dijo el jefe de la delegación palestina, Faisal al Huseini, quien advirtió que, si eso no se produce, las conversaciones en Washington fracasarán.
Ya se sabe que todo es imprevisible cuando se trata de Oriente Próximo. Y esta incertidumbre es mayor por cuanto todos los asuntos en esa región están intercomunicados y es difícil calcular los efectos que determinada decisión tiene en el objetivo final de la paz.
La reacción israelí
La polémica sobre los asentamientos puede afectar a Israel de distintas maneras. Se puede pensar que, acosado como está tanto por árabes como por norteamericanos, Israel podría simplemente romper las con versaciones, volver a casa y esperar a que sus elecciones decidan qué hay que hacer.
Pero también es posible lo contrario, que el Gobierno conservador de Isaac Shamir quiera resolver este asunto antes de dar la oportunidad a que los votantes israelíes piensen que la oposición laborista lo haría mejor. Los laboristas se oponen a los asentamientos fuera de una pequeña franja del territorio ocupado y creen que, si llegasen al Gobierno, los problemas con EE UU se acabarían y recibirían los ansiados 10.000 millones de dólares. Si Shamir cede antes puede tener problemas con los sectores ultras que apoyan a su Gobierno, pero también puede quitar una baza electoral a los laboristas.
Sin embargo, el primer ministro Shamir reafirmó ayer que su Gobierno nunca detendrá la colonización.
En Washington se negocia pensando en todo eso. Pero, además, hay que pensar en el levantamiento del integrismo islámico en el sur de Líbano, en la creciente desconfianza del presidente sirio, Hafez el Asad, en este proceso y en las diferencias entre palestinos del interior y la Organización para la Liberación de Palestina. Vistas así las cosas, cualquiera diría: "Washington, misión imposible".
Líbano, mientras, pidió ayer autorización a la ONU para enviar tropas a la zona del sur donde la fuerza de paz de la organización internacional fue incapaz de frenar la semana pasada la breve, pero contundente incursión israelí contra las bases en la zona de la guerrilla musulmana shil Hezbolá (Partido de Dios), informa Juan Carlos Gumucio.
La solicitud fue hecha a Marrack Goulding, vicesecretario general de las. Naciones Unidas, quien llegó a Beirut a raíz de esos combates, en los que resultaron heridos ocho soldados de la fuerza de las Naciones Unidas en Líbano. Marrack Goulding declaró que no veía obstáculos para la ampliación de la presencia militar libanesa, pero hizo observar que debería efectuarse "gradualmente y con precaución".
El Gobierno prosirio de Líbano cree que sus tropas pueden imponer el orden en el sur de Líbano. Ataques guerrilleros con cohetes contra Galilea provocaron el avance militar israelí,contra las aldeas de Kafra y Yater.
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