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PRIVATIZACIÓN EN EL ESTE

El discreto éxito de Bulgaria

Realismo y voluntad real de reforma son el mejor capital del nuevo Gobierno de Sofía

Bulgaria tiene el mérito considerable de haber logrado la transición más pacífica de los Estados balcánicos ex socialistas. No ha habido muertos ni apenas violencia, pese a las enormes dificultades de este país tan maltratado por el régimen comunista de Todor Yivkov Tampoco hubo conflictos étnicos dignos de mención entre la mayoría búlgara y la minoría turca, pese al odio fomentado entre estas comunidades por el viejo régimen y la insistencia de los comunistas-hoy en el partido socialista- en manipular los sentimientos nacionalistas en interés propio.

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Sin embargo, las dificultades para la privatización y la creación de estructuras de mercado son tan grandes como en otros países del entorno. El conservadurismo y la ignorancia en el campo, los intereses del aparato ex comunista y su obstruccionismo, así como la paralización del Parlamento en la pasada legislatura, han retrasado la aplicación de estas medidas ineludibles. El nuevo gobierno de la Unión de Fuerzas Democráticas tiene ahora prisa antes de que las mayores dificultades sociales que ya se anuncian se conviertan en nuevos obstáculos al proceso.Cada tres horas, las luces se apagan en distintos barrios de Sofia, según el plan de austeridad energética decretado por el nuevo Gobierno del joven primer ministro Filip Dimitrov. La sequía, la suspensión de aquellos baratos suministros de petróleo de la ex Unión soviética y el cierre de cuatro reactores de la central nuclear de Kozludy, por su falta de seguridad, obligan a esta medida, que sume a la capital en la oscuridad y evidencia la profundidad de la crisis.

La pequeña Bulgaria, dependiente del gran hermano soviético como ningún otro Estado comunista europeo, se quedó sola de repente con la descomposición del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) y la posterior disolución de la URSS. El golpe fue muy fuerte y se vio acompañado de un colapso en el suministro de alimentos, debido sin duda en gran parte al sabotaje de la Administración comunista a la entonces incipiente transición democrática. La guerra del Golfo y el consiguiente embargo contra Irak fue otro golpe, al quitarle a Bulgaria su principal socio comercial fuera del espacio económico socialista.

El obstáculo del 'aparato'

Como en otros países balcánicos, la reforma en Bulgaria tuvo, y tiene, uno de sus principales obstáculos en la subsistencia del aparato comunista en el medio agrario. La primavera democrática es fundamentalmente un proceso urbano que no ha llegado aún a los pueblos y pequeñas ciudades que, incluso tras las elecciones locales, siguen en manos del Partido Socialista.

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En el campo no sólo siguen mandando los mismos que lo hacían bajo Yivkov, sino que también persiste la tradicional sumisión al poder de gentes a las que aún hoy llega muy escasa la información sobre sus nuevos de rechos. La implacable lucha del régimen anterior contra la iniciativa privada o individual ha mar cado profundamente a la clase campesina, que hoy en su mayoría teme cualquier aventura privada que suponga algún riesgo -y más trabajo-.

Así, hasta ahora tan sólo el 10% de los antiguos propietarios de tierras han solicitado que les sean devueltas, y los planes de culminar. la restitución de las propiedades rurales confiscadas tras la II Guerra Mundial chocan con mucho escepticismo. La clase campesina arrastrada a las ciudades en el proceso de industrialización estalinista no quiere ni sabe cultivar el campo.

Aunque en Bulgaria se han producido también robos de la propiedad estatalizada -disfrazados de privatización acelerada- durante los dos años de confusión legal que siguieron a la caída del régimen de Yivkov, éstos no parecen haber alcanzado el grado de procacidad generalizada habida en Rumania.

Otra ventaja de este pequeño país balcánico frente a su gran vecino rumano es la ya citada falta de convulsiones sociales en los dos últimos años. Aunque el peligro de que se produzcan no ha desaparecido, dada la penuria que sufre la población y la existencia de otros potenciales conflictos como el interétnico, los búlgaros han demostrado esa proverbial paciencia que impide o palia la crispación tan habitual ahora en la región.

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