Los golpistas venezolanos repartieron armas entre estudiantes y obreros en Caracas
JOSÉ COMAS ENVIADO ESPECIAL, Venezuela volvió ayer a la tranquilidad y recobraba lentamente su ritmo habitual tras el fracaso de la asonada militar, que durante casi 24 horas mantuvo en vilo al país y causó una cifra de muertos que se estima en varias decenas entre civiles y militares. Declaraciones de políticos y comentarios de prensa coinciden en que lo ocurrido debe servir como motivo de reflexión y para rectificar algunas políticas. El balance que presentó el ministro de Defensa, general de división Fernando Ochoa, da cuenta de la muerte de 14 militares y de 51 heridos.
El ministro no quiso distinguir entre muertos de los militares golpistas o leales. En la misma conferencia de prensa Ochoa declaró que hay 133 oficiales detenidos y 956 soldados. Las todavía no confirmadas cifras de muertos civiles en diferentes puntos del país, en Caracas, Maracay, Valencia y Maracaibo, elevan a varias decenas las víctimas fatales de la asonada.Llama la atención la dispersión de focos de la intentona golpista: desde la capital hasta Maracaibo, 700 kilómetros al oeste de Caracas, donde los golpistas tomaron el poder durante 12 horas. Parece evidente que la intención de los amotinados era asesinar al presidente Carlos Andrés Pérez para crear un vacío de poder. Esto tal vez habría inclinado a algún militar a tomar las riendas de la situación.
Un elemento clave del fracaso del golpe fue el que los alzados no se apoderaran de todas las cadenas de televisión de la capital Esto pone de manifiesto una falta de conocimiento de los medios de comunicación. Cuando el presidente Pérez abandonó el Palacio de Miraflores, que estaba en manos de los amotinados, trató de dirigirse a la emisora nacional de televisión, pero también había sido tomada.
Pérez acudió entonces hacia la cadena privada Venevisión, desde donde transmitió sus dos primeros mensajes al país. Al mediodía la televisión también contribuyó a desactivar los últimos focos de resistencia. Cuando el cabecilla golpista, teniente coronel Hugo Chávez, comunicó su rendición ante las cámaras e invitó a sus camaradas de asonada a entregarse, la pesadilla prácticamente había terminado.
Parece claro que el perfil de los golpistas corresponde al de militares ultranacionalistas, con una cierta ideología izquierdista, muy autoritarios y con una estrategia que incluye el asesinato. Aunque no se difundió ninguna proclama del autodenominado Movimiento Revolucionario Bolivariano, el teniente coronel Francisco Javier Arias, quien encabezó la insurrección en el Estado de Zulia, declaró: "Nuestra función es rescatar a este pueblo mancillado por los políticos".
También se advierte la orientación ideológica de los militares en el hecho de que en determinados puntos repartieron armas y municiones a estudiantes y habitantes de barrios pobres que se enfrentaron con las fuerzas policiales. En la ciudad de Valencia, 160 kilómetros al oeste de Caracas, unos 20 militares rebeldes, junto con estudiantes universitarios armados, intentaron tomar puestos policiales que resistían a los golpistas.
En el belicoso barrio Veintitrés de Enero de Caracas los tiroteos duraron hasta avanzada la tarde, según relataban los taxistas que hacen el recorrido entre el aeropuerto internacional de Maiquetía, en el centro de Caracas. Desde las azoteas de los bloques del barrio los francotiradores disparaban sobre la avenida de Sucre. La prensa recoge versiones de que los vecinos del Veintitrés de Enero pudieron abastecerse de armas y municiones que habían sido depositadas en el lugar.
Indiferencia popular
En el debate político provocado por la asonada destacó la intervención en el Senado del ex presidente democristiano Rafael Caldera, quien no votó a favor del decreto que suspende varios artículos de la Constitución. La intervención de Caldera, tras la votación, hizo que los representantes del grupo de izquierda Causa R y del Partido Comunista modificasen su voto de apoyo al decreto.
Caldera pidió a Pérez que asuma "la responsabilidad de afrontar de inmediato las rectificaciones que el país está reclamando". El ex presidente pone el dedo en la llaga cuando constata la indiferencia popular ante la asonada: "Debemos reconocerlo. Nos duele profundamente, pero es la verdad. No hemos sentido en la clase popular, en el conjunto de venezolanos no políticos y hasta en los militantes de los partidos políticos, ese fervor, esa reacción entusiasta inmediata, decidida, dispuesta a todo, frente a la amenaza contra el orden constitucional. Esto nos obliga a profundizar en la situación y sus causas".
El ex presidente formuló algo que se palpa en el ambiente y en las calles de Caracas: "Es dificil pedirle al pueblo que se inmole por la libertad y la democracia, cuando piensa que la libertad y la democracia no son capaces de darle de comer e impedir el alza exorbitanj9 de la subsistencia, cuando no ha sido capaz de ponerle un coto definitivo al morbo terrible de la corrupción, que a los ojos de todo el mundo está consumiendo todos los días la institucionalidad venezolana".
En otro momento de su intervención, Rafael Caldera puso en duda que la intención de los golpistas fuese asesinar al presidente de la República. Esto motivó una fuerte réplica del senador David Morales Bello, del partido del presidente, Acción Democrática.
En su última alocución al país, en la noche del martes, (madrugada del miércoles en España), el presidente Pérez insistió en su tesis de que el objetivo de los golpistas era asesinarlo a él y a su familia.
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