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ARTE

El peso y el espacio en las esculturas de Richard Serra

He aquí, para mi gusto, una muestra excepcional, una de esas rarezas que sólo nos visitan en contadas ocasiones, algo que va más allá del mero trabajo impecable sobre una obra de primera magnitud y que nace de la coincidencia, siempre azarosa, de una serie de circunstancias singulares. Advertiré, de entrada, que me cuento entre quienes mantienen la convicción de que Richard Sería se sitúa entre los artistas en verdad esenciales de este último tercio del siglo. Susceptible de ser discutida, como toda opinión, la advertencia no resultará desde luego chocante para ningún seguidor del debate escultórico de las últimas décadas, pero viene sobre todo a cuento en la medida en que no es algo tan evidente para un público más general, y ello en función de la propia naturaleza de la apuesta de Serra, radicalmente despojada de toda artificiosidad, implacable y directa en su economía de recursos. Y en esa dureza sin concesiones no siempre es fácil seguir la compleja intensidad de su sentido subterráneo. De ahí el carácter polémico de sus realizaciones públicas y el rechazo -ya paradójico, en su violencia, para los tiempos que corren- que ha encontrado en algún caso célebre.En segundo lugar, recordaré cómo el sentido íntimo del traba o de Sería nace, cada vez, de su actuación sobre el espacio concreto al que se destina la obra. Ese vínculo entre pieza y lugar tiene su origen en la idea de espacio específico inaugurada por el minimalismo, experiencia que marca la reacción del primer Serra, precisamente a partir de esa concepción que somete a un mismo plano la intervención del artista y la experiencia del espectador. En ese sentido -para el que cada nueva ubicación de un trabajo da, en cierto modo, una obra nueva y distinta-, una muestra como la quebomentamos resulta, a un tiempo, una revisión antológica de la trayectoria del artista y una aproximación estrictamente inédita a su trabajo. De hecho, para la exposición del Reina Sofía, Serra ha realizado de nuevo algunas propuestas que son claves en su trayectoria -como el célebre Splashing-, versiones que resultan, así, inseparables de la ocasión y lugar que actualmente ocupan. Por último, hay que tener también en cuenta que Serra es buen conocedor de los espacios del Reina Sofia, donde ya realizó una intervención con motivo de la primera inauguración del centro, y ha manifestado en más de una ocasión su interés por el potencial que aquéllos encierran.

Richard Serra

Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Santa Isabel, 52. Madrid. Hasta el 22 de marzo.

Emoción abrumadora

La singular fortuna de esta exposición nace, en línea con lo apuntado, a partir de un proyecto concebido y conducido hasta su concreción e instalación finales por el propio Serra, hecho a la medida y naturaleza de estos espacios. Y el resultado es -sala a sala e impacto a impacto- de una contundencia y emoción abrumadoras. Tuve la fortuna de ver, hace cinco años, la retrospectiva de Serra en el Museo de Arte Moderno de Nueva York; salvando distinciones de magnitud o número -en ese sentido, por lo dicho, cada una de sus exposiciones es un mundo-, la de Madrid no desmerece en nada la calidad de aquel recuerdo.Como el propio artista se encarga de puntualizar en el hermoso texto que abre el catálogo de la muestra madrileña, el eje central de su reflexión está íntima y complejamente ligado a la noción de peso. Y, en efecto, la misma idea de equilibrio que caracteriza, de un modo muy singular, a una parte sustancial de los trabajos de Serra está, de hecho, estrictamente subordinada a esa cuestión. Equilibrio no es aquí sinónimo de ingravidez, de anulación paradójica del peso, sino, bien al contrario, su afirmación absoluta, su puesta en valor y traducción en términos de intensidad. De ahí la ausencia de soldaduras que condicionarían y congelarían externamente -que vendrían a convertir en representación o simulacroesa tensión. El peso lo hace todo. Es la articulación de los distintos vectores de fuerza que la gravedad determina para cada uno de los elementos integrantes de una pieza lo que genera la particular energía derivada del equilibrio.

A través de esa tensión contenida -y nunca anulada o escenificada- y de otro factor esencial como es, en su caso, la escala, queda circunscrita en loesencial la forma tan característica que tienen sus piezas de magnetizar un espacio dado, determinando la experiencia del espectador a través de una secuencia que implica tanto variables conceptuales como visuales y ligadas a la percepción corporal del espacio.

Si hay algo que para mí define la experiencia de la obra de Serra es ese cruce inimitable entre claridad e intensidad, entre una economía esencial que nace de la precisión y el complejo proceso perceptivo y reflexivo que de ella arranca. El sagaz análisis de la obra de Serra que Yve-Alain Bois realiza en el catálogo define bien el equívoco que puede seguirse de la imagen virtual definida por esa percepción inmediata de la obra como un todo que nos asalta al entrar en su espacio.

Ecuación

Bien al contrario, el desplazamiento a través de ese espacio que compartimos con la obra -y que es parte de la obra en sí- nos despierta de la ilusión de esa primera visión, por así decir, congelada de la pieza, ajena tanto a lo espacial como a lo temporal, y que no es en esencia la obra, sino la ecuación de la que ésta tomaorigen. De hecho, cuando tras esa visión primera entramos en el terreno de la pieza, es cuando advertimos hasta qué'punto la obra de Serra nunca es perceptible, exteriormente, como un todo, sino que está indefectiblemente determinada por ese proceso que teje, a nuestro alrededor, una red sutil de variables perceptivas y mentales.

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