La maldición de un cuadro de Murillo empaña la honorabilidad del Louvre
Una mujer que secuestró a su propietaria vendió al museo 'Retrato de un gentilhombre'
En una sala del Museo del Louvre de París abierta a una espléndida vista de las Tullerías y el río Sena, un cuadro de Murillo destaca por su pureza y luminosidad. Cierto es que sus dos vecinos más próximos, Cristo en la tumba, de José de Ribera, y La exposición del cadáver de san Buenaventura, de Francisco de Zurbarán, son dos perfectos ejemplos del tenebrismo en el arte español. Al lado de estos sombríos temas, el retrato de cuerpo entero del gentilhombre sevillano egipcios. Íñigo Melchor Fernández de Velasco de Frías es una alegría para la vista. Y sin embargo, ese cuadro parece poseído por una de aquellas maldiciones que antaño se atribuían a los sarcófagos de los faraones
Todos los que tienen relación con el lienzo de Murillo sufren, de uno u otro modo, esa maldición. Su última propietaria legal conocida, Suzanne de Canson, murió secuestrada y quizá envenenada por su dama de compañía, Joelle Pesnel. El museo no logra quitarse de encima la acusación de haber adquirido, con o sin conocimiento de causa, un cuadro robado.Tiene el cuadro 2 metros de alto por 1,40 de ancho. El gentilhombre está de pie y viste un traje de seda negra, con camisa blanca rallada y calzas grises. Una larga melena oscura enmarca un rostro de aceituna cruzado por un fino mostacho y avivado por una mirada intensa. Don Íñigo es, en definitiva, todo un modelo de la sobria elegancia española del Siglo de Oro.
La historia del cuadro es confusa. Se supone que Bartolomé Esteban Murillo (nacido en Sevilla en 1618 y fallecido en esa misma ciudad en 1682) lo pintó en 1659. Pero nadie está seguro de esa fecha, como tampoco ha sido probado que el personaje sea Don Íñigo, duque de Frías, conde de Haro, condestable de Castilla y gobernador de los Países Bajos. El lienzo es, en todo caso, uno de los raros retratos pintados por Murillo.
A comienzos de este siglo, el retrato pertenecía a la colección londinense de la marquesa de Conyngham. Los expertos del Louvre consultados por este periódico no supieron explicar cómo había llegado hasta allí. Lo único cierto es que a finales de los años treinta el Retrato de un gentilhombre sevillano era una de las joyas de la familia francesa De Canson.
Ex camarera de Tolón
Suzanne de Canson falleció en 1986, a los 76 años de edad. Un año antes, su dama de compañía, Joelle Pesnel, había puesto a la venta el cuadro a través de la sucursal en Ginebra de la prestigiosa casa londinense Christie's. Joelle Pesnel, una ex camarera de Tolón, aseguró que el cuadro procedía de la herencia de su abuela. Nadie hizo más preguntas. "Una vieja ley francesa dice que, en materia de muebles y cuadros, la posesión equivale a un título de propiedad", recordó ayer a EL PAÍS Sylvie Poujade, portavoz de la dirección de los museos de Francia.
El cuadro fue adquirido por el Museo del Louvre por cinco millones de francos (90 millones de pesetas), la mitad de su precio de salida. "El Louvre actuó de buena fe", afirma Sylvie Poujade. "La garantía de Christie's, del abogado Paul Lombard y de un notario suizo nos pareció suficiente". El dinero fue ingresado en una cuenta suiza de Joelle Penel. Previamente, el ministro francés de Cultura, Jack Lang, había confirmado por escrito la compra a la ex camarera.
"Un museo no está equipado para hacer una investigación exhaustiva sobre el origen de los cuadros que adquiere. No somos policías", protesta Sylvie Poujade. Lo raro, no obstante, es que el Louvre sabía que el cuadro que le proponían desde Ginebra debía estar en Francia, es decir, había sido sacado ilegalmente del país. Y, lo que es más grave, el Louvre sabía también que pertenecía a Suzanne de Canson, puesto que en 1981 envió dos cartas a la señora proponiéndole la compra del Retrato de un gentilhombre sevillano.
El escándalo, el llamado affaire De Canson, estalló el día que Jeanne Deschamps, hermana de Suzane de Canson, vio que el catálogo de adquisiciones recientes del Louvre incluía el Retrato de un gentilhombre sevillano. Se enteró así no sólo de que su hermana ya no tenía el cuadro, sino también de que había muerto.
Deschamps denunció a Joelle Pesnel. La dama de compañía, aseguró Deschamps, había secuestrado a la anciana Suzanne, la había escondido en un cuarto de su propia casa, alimentándola como un perro, emborrachándola con vino barato, dejando que durmiera en el suelo entre sus excrementos. Cabía la posibilidad, incluso, de que la hubiera envenenado. De hecho, por decisión de Joelle Pesnel, el cadáver de Suzanne de Canson fue incinerado el día siguiente de su muerte. Esa actitud, según Deschamps, había tenido como objeto apoderarse de la colección de cuadros de la anciana dama, en particular el Retrato de un gentilhombre sevillano, y venderla por su cuenta.
Su gobernanta
Jeanne Deschamps no veía a su única hermana desde hacía casi 40 años. Suzanne de Canson había sido la oveja negra de una familia aristocrática francesa. El mismo día de su matrimonio con uno de sus primos, se escapó con su gobernanta, con la que vivió una historia de amor que duró tres décadas. En el último periodo de su vida, Suzanne había sido seducida por la camarera Joelle Pesnel, la fornida y grosera rubia oxigenada que, como mínimo, acelero su viaje al otro mundo.
Tras hacer derramar toneladas de tinta, comprometer la honorabilidad del Louvre y quitar el sueño al ministro Jack Lang, el asunto llegó a los tribunales. El pasado octubre, un jurado de la localidad de Draguignan dio la razón a Jeanne Deschamps. Joelle Pesnel fue condenada a 13 años de prisión por secuestro y malos tratos. Pero la justicia no se pronunció sobre la venta al Louvre del Retrato de un gentilhombre sevillano. El abogado marsellés Paul Lombard, que había tramitado los papeles usados por Joelle Pesnel para vender el cuadro, y el conservador del Louvre Pierre Rosenberg, habían sido liberados de toda sospecha en la fase de instrucción.
El Louvre, afirma Sylvie Poujade, "no tiene la menor duda respecto a la horrible personalidad de Joelle Penel, pero adquirió el cuadro de buena fe y pagó por él un precio justo". "La justicia", añade, "ha probado que Joelle Penel secuestró y maltrató a Suzanne de Canson, pero no que robara el cuadro en litigio. Cabe la posibilidad de que Suzanne de Canson diera instrucciones a Joelle Pesnel para que vendiera el Murillo. Lo contrario no ha sido probado".
Jeanne Deschamps, única heredera legal de su hermana, quiere ahora que el cuadro vuelva al seno de los De Canson. Su hijo, Gerard Deschamps, lo ha declarado así esta semana a The Wall Street Journal. El influyente periódico norteamericano ha reabierto la polémica sobre el Retrato de un gentilhombre sevillano al poner en duda la moralidad del Louvre, un museo que está exhibiendo una obra de arte que, con mucha probabilidad, le fue robada a su legítimo propietario.
Sylvie Poujade confiesa que, tanto ella como los dirigentes del Museo del Louvre, estan "hartos" del Retrato de un gentilhombre sevillano. En los últimos seis años el cuadro de Murillo se ha convertido en su "pesadilla".
Pero el museo francés piensa seguir conservándolo. "Si los grandes museos occidentales tuvieran que empezar a devolver todas las obras de arte adquiridas con criterios que hoy son contrarios a la ley o la moralidad, sería el caos. Imagínese al British Museum, al Louvre o al Prado devolviendo tesoros que son fruto de guerras o expediciones coloniales".
En una sala del pabellón Denon, del Louvre, Don Íñigo escucha con indiferencia el eco de los pasos de los visitantes. Abrumados por la cantidad de cosas que ven en el museo, pocos son los que se detienen a contemplar esta obra maldita.
Babelia
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