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Mario Vargas Llosa:" El periodismo mantiene viva la cultura democrática

El escritor Mario Vargas Llosa hizo ayer, en la lección inaugural del curso 1992 de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS, una defensa de la necesidad de] periodismo para mantener viva la cultura democrática. En su opinión, sólo cuando la mayoría está verdaderamente informada (lo que sólo es posible a través de la acción de un periodismo eficiente, sin adjetivos, objetivo y no amarillo) se puede devolver el nervio a las democracias apáticas y autocomplacientes.

El autor de La guerra del fin del mundo comenzó por rendir tributo a todo lo que su dilatada actividad periodística ha aportado a su quehacer literario, con un relato de divertidas anécdotas personales sobre su experiencia en prácticamente todos los medios de comunicación. Previamente, Juan Luis Cebrián, consejero delegado de EL PAÍS, que lo presentó, había recordado que él heredó su silla de trabajo en la agencia France Press cuando comenzaba su carrera periodística.Frente al periodismo "de adjetivos" del pasado, el ilustre conferenciante subrayó la objetividad, el laconismo y la precisión como los rasgos más característicos del lenguaje periodístico contemporáneo. Azorín, Unamuno y Ortega son algunos de los autores que el escritor citó como figuras emblemáticas de una literatura sobresaliente que hunde parte de sus raíces en la escritura periodística.

Pero era aquél, en su opinión, un "periodismo de adjetivos", que hoy sólo tiene sentido en las secciones de opinión de los medios de comunicación. Y pese a reconocer que el lenguaje periodístico contemporáneo puede ser útil para la literatura creativa de los novelistas (Hemingway, singularmente), Vargas Llosa advirtió sobre algunos riesgos importantes, concretamente el que él calificó como "facilismo". El periodista, según dijo, utiliza el lenguaje como un instrumento para describir una realidad que está fuera de él. En cambio, el autor literario se sirve del lenguaje para construir una realidad de la que pudiera decirse que no existe fuera de sus propias palabras.

El pie en medio de la calle

Sí ponderó, en cambio, el modo de estar el periodista en la vida como algo verdaderamente útil para el escritor de ficción, en la medida en que el periodismo es "una manera de tener siempre el pie en medio de la calle". Frente al escritor de torre de marfil, encerrado en su escritorio aislado, Vargas Llosa prefiere el mundo de "experiencias compartidas" del periodista, todo ello sin menoscabo de la labor de tantos autores que han dado a la literatura obras geniales desde aquella primera actitud.

Vargas Llosa se refirió después a las funciones del periodismo en las sociedades libres, aquellas que "han hecho suya la cultura democrática", y de entre las cuales subrayó la de actuar como "contrapoder" (que él prefiere a la tópica expresión de "cuarto poder") y como "barómetro de la salud democrática". Sólo a través de la información el ciudadano puede orientar su participación, en la medida en que sólo merced a un periodismo objetivo y veraz "alcanza a saber lo que ocurre con el poder".

En este sentido, Mario Vargas Llosa explicó que las "sociedades democráticas apáticas", aquellas que han perdido el nervio y que viven en una especie de autocomplacencia engañosa, la única manera de que recuperen su pulso es a través de la acción de los medios de comunicación, los únicos instrumentos capaces de agitar el espíritu cívico y la participación civil, sobre los que descansa la esencia de la vida democrática.

Ni que decir tiene que el mayor obstáculo para mantener esa vitalidad democrática puede ser la la propia prensa cuando ésta se desvía por el camino del amarillismo, un género que Mario Vargas Llosa criticó con dureza y del que dijo que, lamentablemente, hoy día no es característico de las sociedades incultas y atrasadas, sino que está fuertemente arraigada en prácticamente todos los países más desarrollados.

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