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Un oscuro buen maestro: Dehesa Bailo

Este gran investigador que es Santiago Grisolía ha escrito al gunos artículos en Abc rememorando sus años -los cuarenta en las aulas de la Facultad de Medicina del antiguo San Carlos. Manuel Varela Uña, estudiante también por esos años, como yo, ha discrepado de estos artículos en EL PAÍS (2 de noviembre de 1991), sobre todo en lo que se refiere a un profesor de anatomía al que Varela Uña, y yo también, consideramos que Santiago Grisolía trata injustamente. Tengo la convicción de que Grisolía modificará su opinión cuando lea estas líneas, por que me consta su talante intelectual y moral. Como yo poseo al gunos datos acerca de este profesor, Alfonso Dehesa Bailo, quisiera dejar constancia de los mis mos y rendirle desde aquí mi recuerdo de homenaje. Don Alfonso Dehesa Bailo era por entonces encargado de curso de anatomía y, en efecto, tenía una dedicación completa a la enseñanza de la disciplina. A su menguado sueldo, que le obligaba a vivir, junto con su familia, en un interior modestísimo de la entonces talle del General Goded, número 5, le añadía el suplemento de algún informe de biopsia requerido por el catedrático de quirúrgica, don Laureano Olivares, para sus pacientes privados. Muerto éste en 1945, se vio privado de ese minúsculo sobresueldo. Vivía con una precariedad que me impresionó cuando algunos años después entré en su casa.Don Alfonso Dehesa preparaba, en efecto, sus clases de un modo concienzudo, era un excelente expositor, entusiasta, vehemente. Tenía perfectamente organizadas las dos horas de clase de disección, pasaba dé mesa en mesa corrigiendo nuestras inhabilidades. No era un examinador exigente, y, desde luego, en absoluto arbitrario.

Dehesa Bailo había estudiado Medicina en Granada, y su proyecto inicial fue dedicarse a la cirugía. Marchó becado a Alemania con este fin, pero asistió a unas clases del, embriólogo Herwitg y decidió dedicarse a la embriología. Estudió en Múnich. Recuerdo que me refirió la ceremonia de sucesión de Kraepelín, tras su jubilación de la cátedra de psiquiatría de Múnich, por Oswald Bumke. Regresé a España pocos años después con la promesa de que a través de la Fundación Cartagena, de la Real Academia de Medicina, podría dedicarse a la investigación embriológica. Pero esta promesa fue incumplida, y Dehesa se quedó sin su puesto en Alemania y sin lugar en donde trabajar en nuestro país. Tuvo muy escasos contactos con Cajal, y en cierta ocasión sirvió de intérprete a un investigador alemán que vino a Madrid con la intención de conocer directamente a Cajal, que habría de morir uno o dos años después. En la editorial Calpe se le ofreció oportunidad de obtener algunos ingresos traduciendo del alemán obras médicas, y él mismo ayudó a su vez a otros, como, por ejemplo, a Juan J. López Ibor, que tradujo, por su encargo y para la editorial Calpe, La encefalitis epidémica, de Constantin von Economo. Entre las publicaciones del CSIC figura la monografía de Dehesa Bailo Aparición local y temporal de los esbozos glandulares de la próstata humana (Instituto Santiago Ramón y Cajal de Investigaciones Biológicas, 1952).

Dehesa Bailo se interesaba. por aquellos alumnos que, a su vez, demostraban interés por la disciplina. Yo le llevé en cierta ocasión un frasco con embriones de ratón, y me lo agradeció, aunque el hecho de que en vez de en fórmol los hubiera sumergido en una solución de bicromato de potasa los hizo inútiles para sus investigaciones; y le enseñé mis primeras preparaciones de cortes de centros nerviosos impregnados con el método de Golgi.. Dos años después de darnos clase, cuando menos a Varela Uña, a Figueroa Aymerich, a Carreras Mata (Marcelo) y, naturalmente, a muchos otros, obtuvo la cátedra de anatomía de la Facultad de Medicina de Salamanca. Allí tuvo graves. problemas con los padres de alumnos, por haber suspendido a. una mayoria con exigencias mínimas. Hay que recordar lo que entonces significaba aquella facultad, -que nada tiene que ver con la que habría de llegar a ser Pocos años después. Entonces era un coladero indecoroso. Los que habíamos sido alumnos suyos, sabedores de que se le quería poco menos que expedientar, de que se le había obligado a repetir exámenes junto a otros examinadores, etcétera, le mostramos nuestra adhesión ofreciéndole una bandeja con firmas de la mayoría de los que constituimos los cursos a los que impartió clases. Pocos años más tarde, en 1947, le visité en su cm en un mes de septiembre. Le sorprendi trabajando sobre una tabla en la preparación de un nuevo proyecto de explicación de la anatomía del sistema nervioso central para el curso que había de iniciar de nuevo en Salamanca. Debía tener unos 56 años. Me parece que, ya entonces había tenido alguna manifestación de afectación de coronaria, de la cual fallecería poco después. Yo fui a su casa, en Madrid, enterado de su dolencia, y como surgiera la ocasión, le leí un artículo que había redactado en. homenaje a don Agustín del Cañizo, inolvidable catedrático de patología médica, que se jubiló ese año en una última lección maravillosa: alguno de sus antiguos alumnos, Marañón, Jiménez Díaz, Estella, entre otros muchos, y nosotros, los últimos que había de tener, llenamos el gran anfiteatro. Cañizo había sido maltratado por el régimen franquista, y daba sus clases tratando de pasar lo más inadvertido posible. El artículo que yo escribí no llegó a publicarse en el Ya, a donde lo envié, pero recuerdo la conmoción que provoco a mi antiguo profesor de anatomía el que un alumno pudiera expresar su gratitud a un profesor por el hecho de haberle enseñado. Quedan en mi memoria. sus palabras: "Usted sabe lo que significa enseñar y lo que ponemos al enseñar". Sufrió cuando, en un concurso para proveer una vacante de anatomía en San Carlos, fue preterido frente a Ors Llorca. No creo, ciertamente, que se cometiera una injusticia, porque Ors Llorca tenía ya en su haber una importante, tarea investigadora, precisamente también en embriología, pero su oportunidad de venir de nuevo a Madrid se cercené.

Cuando evoco aquellos años, en los que, como dice Varela, se ofrecía un panorama desolador en aquella Facultad de Medicina de San Carlos, puedo afirmar, como él, que, pese a todo, unas cuantas- personas -entre ellas, don Alfonso Dehesa Bailo, un oscuro y modesto y buen profesor- dejaron una huella en nuestro espíritu de calidad tal como . para salvarnos de aquel tremendo naufragio.

Carlos Castills del Pino es psiquiatra.

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