Reconocimiento prematuro
LAS DECISIONES tomadas anteayer por el ministro de Asuntos Exteriores de Alemania de reconocer la independencia de Croacia y Eslovenia inmediatamente y por los de los restantes socios comunitarios de esperar hasta mediados de enero tienen un peso cuya importancia no cabe desdeñar.En primer lugar, no consigue compaginar la necesidad de mantener la unidad de la CE con la impaciente voluntad alemana de reconocer a ambas repúblicas de forma separada -un acto unilateral que Bonn quería hacer desde el principio de la crisis de desintegración yugoslava y que amenazaba con romper la disciplina comunitaria-. De todos modos, el reconocimiento de Eslovenia y Croacia por Alemania y el retraso de la correspondiente acción de sus restantes socios demuestran lo difícil que es formular una política exterior global. El arreglo a que se ha llegado para impedir la insolidaridad es complicado y pasa por una especie de comisión de credenciales que repartirá patentes de independencia a cuantos pretendientes se presenten antes del próximo martes cumpliendo las condiciones fijadas anteayer.
La CE no parece haber conseguido arrastrar al canciller Kohl a condicionar el reconocimiento a tales requisitos mínimos, aceptados, no obstante, por Genscher en la misma reunión. Por el contrario, Alemania, por razones de pragmatismo, sí parece haber conseguido convencer a la CE de que se sume al reconocimiento en dos tiempos de la independencia de Croacia y Eslovenia: mañana el de Bonn y el 15 de enero el del resto de la CE.
El acuerdo comunitario de condiciones mínimas responde no sólo a las exigencias de la cuestión yugoslava, sino a las de la antigua Unión Soviética. Considerando la repentina aceleración de la revolución política que se está produciendo en ésta, no podía ser sino lógico que la CE fijara una doctrina a tenor de la cual pueda procederse al reconocimiento de nuevas situaciones de estatalidad: respeto a la democracia y a los derechos humanos, englobado en los textos de la ONU y de la CSCE; garantías para las minorías; respeto a la inviolabilidad de las fronteras (que no pueden modificarse más que por medios pacíficos); aceptación de los compromisos sobre el desarme (aquí la CE apunta directamente a las cuatro repúblicas nucleares de la antigua URSS), y sucesión en los compromisos del Estado.
¿Cómo se aplicarán estas condiciones al problema de Yugoslavia? Nadie discute que Yugoslavia ha dejado de existir. Es más, hace dos meses, los presidentes de las siete repúblicas yugoslavas, reunidos en La Haya, en el contexto de la conferencia de paz que preside lord Carrington, aceptaron que las independencias de Croacia y Eslovenia eran un hecho irreversible. También lo consideraron aceptable si se daban, al menos formalmente, las condiciones de garantía de los derechos de las minorías y rechazo de los cambios no negociados de las fronteras. Lo malo es que ello no ha determinado el fin de la guerra civil; al contrario. En estas circunstancias, el único Estado reconocible entre las ruinas yugoslavas sería Eslovenia.
Es evidente que Serbia, que comprende que la desintegración yugoslava es inevitable, pugna por ocupar la mayor cantidad posible de territorio antes de tener que negociar sobre las fronteras. Así, están suspendidas en la práctica tres condiciones fundamentales de las impuestas anteayer por la CE: el respeto a la Carta de la ONU, el arreglo pacífico de los límites entre Estados y la protección de las minorías (puesto que las porciones de Croacia en las que residen minorías serbias han sido conquistadas por el Ejército federal y las guerrillas serbias). Como dijo el secretario británico, Douglas Hurd, "el reconocimiento es prematuro, aunque algún día habrá que hacerlo".
En todo caso, la decisión de la mayoría de los miembros de la CE de esperar al 15 de enero indicaría que se están dando un compás de espera, mientras en otros foros se busca asegurar que la guerra civil concluye y un alto el fuego se mantiene: la ONU discute del envío de sus cascos azules y lord Carrington sigue empeñado en La Haya en buscar el acomodo fronterizo que haga posible la paz.
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