El delirio mozartiano
Parece que al fin, en forma un tanto delirante, "hemos descubierto" a Mozart. Primero fueron las trapacerías seudobiográficas de la pieza teatral y el filme Amadeus; antes y después, los crecientes viajes turístico-musicales a Salzburgo, y al fin la eclosión del bicentenario que ha movilizado gobiernos, instituciones, cadenas de radio, televisiones y, por supuesto, empresas. Pues, entre otras cosas, Mozart se ha convertido en un buen artículo de negocio.Lo cierto es que anteanoche, en el Auditorio Nacional, durante el acto más significativo del año Mozart, por la fecha, coincidente con los dos siglos justos de la muerte del salzburgués, había rostros de estreno, como si el Réquiem no fuera, gracias a su leyenda principalmente, una de las páginas más divulgadas de Mozart. Había también gestos de complacencia y hasta no faltaron de mal humor: los de algunas personas que acababan de ver y escuchar el Réquiem de San Esteban, transmitido por TVE desde Viena y dirigido por Solti, y encontraron que el ofrecido en Madrid alcanzaba escasa jerarquía.
Orquesta Sinfónica de Madrid, Orfeó Catalá
Solistas: L. Cuberli, C. Powell, W. White y K. Streit. Director: A. Ros Marbá. Director del coro: J. Casas. Bicentenario de Mozart. Auditorio Nacional. Madrid, 5 de diciembre.
Con la reina Sofía en el palco principal, la presencia de un grupo bastante nutrido de ministros y la sala abarrotada de público, Antoni Ros Marbá, con un buen cuarteto solista, la Sinfónica de Madrid y el Orfeó Catalá interpretó el celebérrimo y debatido Réquiem. Constituye casi una tradición que Madrid reciba con satisfacción y entusiasmo a los cantores que fundara Millet, y esta vez, tanto en la actuación de las Vísperas de confesor, hace unos días, como en la Misa de difuntos, el fenómeno no ha sido otro.
Versión plana y estática
Mientras cantaba en Madrid el Orfeó, en su casa barcelonesa, el Palau de la Música Catalana, un notable conjunto británico, los English Baroque Soloist y el Monteverdi Choir, dirigido por John Eliot Gardiner, se dedicaba a los mismos pentagramas, con transmisión televisiva y futuro disco incluidos.Por lo demás, no creo que el Réquiem escuchado esta vez constituya ningún hito. Al mismo Ros Marbá le hemos escuchado versiones superiores a ésta, que fue más bien plana, estática, frecuentemente mezzofortista y casi carente de impulso dramático. Y el texto del Réquiem es, por lo pronto, una propuesta dramática.
Todo ello dentro de una tónica correcta y bien aseada, en la que la colaboración del coro barcelonés, bien afinado, pero también sometido a las que parecían implacables leyes de la moderación, fue tan meritoria como el trabajo de los sinfónicos madrileños y el de un cuarteto en el que la gran soprano Lella Cuberli no nos dio su exacta medida, mientras la mezzo Claire Powell y el bajo Willard White lucían sus potentes y coloreados medios, y el tenor Kurt Streit se ajustaba más a la línea Cuberli. Quizá asistimos a una versión muy bien planteada, pero no igualmente resuelta. Lo que no impidió largas ovaciones. Se comprende: la noche, la ocasión y el delirio Mozart hicieron lo demás.
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