Los árabes que acudirán a Madrid coordinan con la OLP una postura común
JUAN CARLOS GUMUCIOLos árabes que más tienen que ganar o perder en la conferencia de Madrid iniciaron anoche consultas de alto nivel para coordinar una política conjunta y evitar que Israel explote sus viejas desavenencias. A iniciativa de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), la reunión de Damasco busca forjar una alianza sólida. Los palestinos buscan sobre todo garantías. Temen, y con razón, que una vez inaugurada la conferencia el próximo miércoles, Israel tratará de tentar al campo árabe con acuerdos separados que debilitarían considerablemente la posición de la OLP.
La conferencia de Madrid es un hecho. A medianoche de ayer venció el plazo para responder a las invitaciones que EE UU y la URSS cursaron a los protagonistas del conflicto árabe-israelí para la histórica cita de Madrid. Y nadie dijo que no.Los árabes tienen ahora la mirada clavada en la segunda y más crucial etapa del proceso de paz: las conversaciones bilaterales que deberán comenzar cuatro días después de la ceremonia inaugural. La tercera etapa -la dedicada a contactos multilaterales sobre los temas de la seguridad, del agua y de la cooperación entre los viejos enemigos del Levante- que en teoría deberá entrar en marcha dos semanas después, es una perspectiva remota.
Oficialmente, la reunión de Damasco busca coordinar posiciones en Madrid. Pero va más allá. Empeñado en lograr un pacto histórico, Yasir Arafat quiere un juramento solemne de que el tema palestino no va a pasar a segundo plano cuando los delegados de los vecinos de Israel -Siria, Egipto, Líbano y Jordania- se vean por separado con la delegación del Estado judío. Arafat, y con buena razón, no tiene mucha confianza en sus hermanos árabes. ¿No fueron acaso los jordanos los que obligaron a la fuerza a los fedayín a huir hacia el Líbano en el Septiembre Negro en 1970? ¿Y los egipcios, que firmaron la paz con Israel en 1979? A pesar de los últimos abrazos de Arafat con Hafez el Assad, ningún palestino olvida que fue el ejército sirio el que expulsó a cañonazos a la OLP del Líbano en 1983.
La reunión de Damasco no sólo parece haber eclipsado ese doloroso pasado sino que pone de relieve el resurgimiento de Arafat en los últimos días. Es cierto que el presidente de la OLP aspiraba a una cumbre árabe, pero el nivel ministerial del encuentro parece colmar sus expectativas. Sobre todo destaca el hecho de que Arafat, aislado por su apoyo a Irak en la guerra del Golfo, salte nuevamente al centro de la escena para negociar con las mismas prerrogativas que cualquier otro líder árabe. Hoy, cuando en la capital siria se sumen las delegaciones de los países del Magreb y de los del Golfo, Arafat habrá conseguido testigos claves al inminente compromiso de Damasco.
Otro triunfo de la estrategia de Arafat ha sido el dejar bien claro que los catorce representantes que acudirán como parte de la delegación jordana actuarán en nombre de la OLP y acatarán su mandato. Bajo presión de EE UU, a los israelíes no les queda más remedio que mirar hacia otro lado. Según altas fuentes israelíes, la delegación judía ni siquiera va a cuestionar las credenciales de la delegación palestina porque no le convendría oír lo que más teme: que a pesar de su histórico rechazo a dialogar con la OLP, sus interlocutores son en realidad la cara, el pensamiento y el mensaje de un Arafat invisible en Madrid.
No por ello, sin embargo, Israel está dispuesto a bajar la guardia. Mientras su primer ministro Isaac Shamir reiteraba que jamás cederá un centímetro de territorio árabe, su ejército comenzaba una incursión limitada en el sur del Líbano para despedazar reductos de la guerrilla libanesa que lucha contra la ocupación israelí.
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