El calvario de las cárceles
"¿Que si he sido torturado?", pregunta Haydar Gezilmez, que salió de la cárcel en abril pasado tras nueve años de prisión por supuesta pertenencia al proindependentista Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK). "Aquí, cuando la policía captura a uno, lo primero que hace es molerle a palos. Luego, durante el interrogatorio pasan otras cosas. A mí me ataron las manos a la espalda y me colgaron de la atadura. Se me desgarraron varios músculos de los hombros y estuve cuatro meses sin poderme mover. Si se llama a eso tortura, de acuerdo, me torturaron". Como no había empuñado las armas, Gezilmez pudo beneficiarse de la amnistía concedida a los presos políticos por el actual Gobierno, al que considera "tan cruel con los kurdos como la junta militar" de 1980."SI cuando entré en la cárcel tenía deseos de independencia, ahora mucho más", señala Gezilmez, que lamenta que la ley le prohiba, por su condición de ex preso político, la militancia en un partido, aunque no por ello deja de ayudar al Partido Socialista popular (HEP).
Hafiz Aldemir, de 26 años, que también ha pasado siete años en la cárcel, cree, al igual que su compañero de fatigas, que el Kurdistán está ahora más cerca que nunca de la independencia. "Si de la Unión Soviética y de Yugoslavia nacen otros países, ¿por qué no va a pasar igual en Turquía? Soy optimista y continuaré la lucha por mi pueblo aunque me vuelvan a encerrar".
Desde que dejó atrás los horrores de la cárcel, lo que más ha inflamado su deseo de seguir luchando ha sido para Gezilmez asistir, en julio pasado, al funeral por el dirigente kurdo Vedat Aydin. "NI mis ojos ni mis oídos podían dar crédito a esa masa de más de 100.000 personas que se lanzó a la calle y gritaba consignas a favor del PKK". Aydin, según sus seguidores, fue encuestrado y muerto por la ontraguerrilla, la misma que envió a un grupo de enmascarados a abrir fuego contra los manifestantes del funeral matando a nueve personas.
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